-¿Te dolió eso?- Preguntó mientras repasaba el dedo por tres rayitas que estaban, como una cicatriz, en la parte superior de su muslo derecho, casi rozando la línea de su ropa interior.
-¿Qué cosa?
-Esto.- contestó indicándole la curiosa marca.
-No, no duele.- Contestó casi sin darle importancia.
-Pero si parece que te hubiesen arrancado la piel.- Opinó acariciando lo terso de su muslo.
-No, es que no es una cicatriz.- Argumentó ella.
-¿Qué es entonces?
-Se llaman estrías y salen cuando subes muy rápido de peso, la piel se estira y quedas así.- Contestó ella mientras se comía las uñas.
-Buena cosa lo de las estrías.- Comentó recostándose sobre el muslo de ella con la cara cerca de las marquitas mirándolas y repasándolas con el dedo agregó. -¿Estás segura que no fui yo?
-No, pero si quieres, puede serlo, invéntate una historia y será tu culpa.- Respondió revoloteando el pelo del curioso amante.
Se vino un silencio, le acariciaba una y otra vez las pequeñas marquitas.
-¿Te acuerdas de la primera vez que nos acostamos?- Interrogó con su boca rozándole la cicatriz.
-¿Cuándo me querías romper la ropa con lo dientes?- Cuestionó riendo.
-Te arranqué las pantaletas con las uñas.- Dijo repasando con las uñas las marquitas en la pierna, calzando perfecto con sus tres dedos. Luego hiso una pausa breve.
-¿Te dolió esto?
-¿Qué cosa?
-Esto.- Dijo pasándole nuevamente los dedos por la cicatriz.
-Si, un poco, es que los rasguños muy fuertes siempre duelen.- Respondió ella mientras cerraba los ojos para construir el recuerdo de su nueva cicatriz.