“nihil est in intellectu quod non prior in sensu”
John Dewey
Debo confesar tantas cosas. Como las Memorias de Dostoievsky o como un puñado de diatribas al buen estilo Cioran. Debo sacar al sol estas pústulas de carne podrida que llevo bajo la ropa. Porque eso hay abajo.
Uno se desnuda bajo la noche pensando que nadie lo ve, pero siempre hay un ojo tras la pared que nos observa, nuestro patetismo sale a luz como un viejo recuerdo que invade la memoria en menos de cinco segundos y en el momento menos indicado, zaz, nos traiciona la lengua y decimos otra cosa que no queríamos decir. Eso las menos de las veces, porque en otras ocasiones sólo soy un frío e insensible inventor de realidades.
También debería confesar todos mis pecados.
Pero prefiero la verdad.
La otra noche preguntaste tanta cosa sobre cosas que nunca he sabido, cosas que nunca he podido terminar de entender. No pude responder o no quise responder, eso tampoco lo puedo diferenciar dentro de mis pensamientos e intransigencias. Tal vez te respondí con palabras insulsas, con aburrimiento insufrible o con un poco de melancolía. Repetí diatriba tras diatriba, palabra tras palabra, todo es vacío cuando está todo vacío.
Y me resigne a pregonar en desiertos mentales todo aquello que debo tragarme, toda esa autotraición que me franqueaste sólo porque sí. Y ni siquiera la increpación de recuerdos o que sé yo, sino sólo lo que hay es lo que hay, ni lo que queda ni lo que existe, sino un puñado de restos insostenibles entre la maraña de deseos que no puedo terminar de comprender.
Atrás de la máscara que llevo sólo quedo yo, el músculo facial que, escurriendo sangre, que, trepidando imaginarías ha llegado a los extremos de la instrucción de lo que debe y tiene que ser sólo porque sí.
Si uno tiene que ser lo que es lo es y ya.
Después vendrás a preguntar el por qué de esto o aquello o la razón y el puñado de tratados epistémicos sobre una u otra situación, no las hay, es una de esas situaciones límite en que si no repongo mis nervios terminaré jalándome los pelos o un imaginar un crescendo de crepúsculos mentales en que nada soy, en que nada seré, en que nada querré solo porque sí.
La replica a esto la has tenido frase por frase, palabra por palabra, gesto tras gesto y un inmanipulable orden de las cosas. No la hay. Sólo es el transgredir el orden que nunca hubo y pedir una moneda a la puerta de la iglesia, sí, porque es como eso de Kafka, sé mi cuchillo, entiérrate en mi carne y propugna por un diario de quejas, por un libro que pueda leerse sin el orden establecido de las cosas, no, no como Rayuela o ese modelucho para armar, no, sino algo que pueda decirlo todo sin tener que decir algo.
O quién sabe qué o cuál. Es así.
*
Y cuando no tenga más muecas que hacerle a mi espejo, cuando no tenga más muecas que repetir ante mi mismo quedará ese yo que queda cuando estoy solo frente al espejo, sintiendo el olor del estiércol ajeno, en que sólo soy yo y yo, la lucha contra lo que hay y no puedo concebir como un gesto o una manía. Y me reflejaré y la vergüenza, que lo es todo ante los demás, me comerá las espinas, me carcomerá la carcoma, y ahí, donde todo queda en el piqueteo de una mosca o un talan talan de campanas que despertarán a la mañana todo lo que hay, ahí es donde quedará todo y ralentizará una sensación de lentitud, una sensación de estar releyendo La nausea y sentir la gelatinosa conversión al ajeno, al otro, al que queda sin nada, desnudo y presumiendo una cansina canción, que retumba, que retumba y dice que no es así.
Sabes que es así cuando no puede ser de otra forma.
|