Una y otra vez se repetía la misma historia. En un momento pensé que era simple rutina. Todos los mañanas me levantaba a la misma hora, y luego de escuchar las mismas noticias, desayunaba tostadas y café. Luego partía rumbo a mi trabajo para realizar la repetida tarea de todos los días. Por las noches regresaba muy tarde, y mi cena era idéntica siempre. Nada en el mundo sufría cambio alguno.

Un día comencé a cuestionar mi absurda existencia. Quería modificar las circunstancias que no me permitían avanzar, pero era imposible.
Estaba segura de que algo extraño ocurría. En ese mismo instante, todo cambió radicalmente…

Ahora, cuando despierto, estoy en la cama de un hospital; a mi lado, en otra cama, alguien me relata siempre la misma historia de su vida, una enfermera entra todos los días a la misma hora y controla los aparatos a los que estamos conectados. La vejez ha llegado y con ella la decrepitud. Nuevamente, siento que estoy atrapada, y no puedo dejar de pensar en los errores que cometí tal vez sin darme cuenta.

Es extraño notar que no puedo escapar de situaciones que se repiten eternamente, y tampoco logro comprender qué fue lo que hizo que todo cambiara en aquella oportunidad, pero sin duda descubrí algo importante. Con un poco de suerte, es probable que por fin encuentre la respuesta. Entonces tal vez consiga lo que tanto deseo: manejar el tiempo a mi antojo.