Amor mío, te extraño como nunca pensé o me permití extrañarte. Han pasado meses, y aquí sigo, pensando en tí casi a cada minuto de mis días. Insisto en no poder hablar en pasado de nosotros, pero.. hubo realmente un nosotros? no lo sé, ahora no lo sé.
No sabes lo mal que me ha ido. No sé si es parte de la vida, de mis procesos, pero me ha dolido demasiado este adiós. Este adiós impuesto, que yo nunca quise, que nunca pedí y que todavía hoy no supero. Yo que odio la cursilería ando todo el día cursi. Hasta estas palabras me suenan empalagosas, tan ajenas, y sin embargo soy yo la que las escribe.
He sentido la tristeza de este rompimiento en el ricón más recóndito de mi ser, de mi alma. Me dueles hasta en la piel. Veo mil cosas que me recuerdan a ti, escucho una y mil veces nuestras canciones, sobretodo las que me dedicaste, y las examino con un fervor que no es digno de alguien que todavía guarda un poquito de dignidad. Hasta las cosas nuevas que conozco o descubro me recuerdan a ti, porque quisiera compartirlas contigo.
¿Es normal esta tristeza? creo que yo nunca había pasado por este proceso de rompimiento. Hay veces que hasta me río de mí misma de lo absurda que me he de ver cuando de pronto se me salen las lágrimas de la nada.
He aprendido a reconocer mi mismo síntoma en otras personas. Es fácil. En algún punto se quedan mirando largo tiempo al vacío y los ojos se le vuelven cristalinos, como a punto de llorar y una mueca de tristeza que ni el mejor comediante borra.
¿Sabes qué es lo que más extraño? no saber de ti. Me inunda un sentimiento de impotencia horrible el pensarte viviendo tu vida junto a todas esas personas que no tienen ni la menor idea de con quién conviven a diario. Me gustaría gritarles: yo lo conozco realmente, yo sí lo conozco, no como ustedes, que se limitan a lo que él deja ver y no se preocupan por ahondar en ese corazón enorme y bondadoso. Yo sé de sus grandes anhelos, sé sus secretos, esos pocos secretos que no solemos compartir con nadie, pero esos, sobretodo esos secretos son los que yo mejor conozco de él. Y eso es lo que quisiera poder gritar a los cuatro vientos. Reclamar mi lugar en tu vida.
Después pienso en lo absurdo que suena todo. Yo ya no tengo ningún lugar en tu vida. Me cuesta tanto aceptarlo. No sabes de la lucha que libro todos los días para no buscarte de nuevo. Pero me mantengo firme en esta decisión. De todas maneras yo sé que ahí lejos, tú sientes esta tristeza. Sé bien que en algún punto, cuando una brisa suave y fría pasa, mientras te arropas el cuello, hay un segundo en donde tu mirada también viaja al vacío y piensas en mí.
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