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Inicio / Cuenteros Locales / magaurora / Sin estrellas ni sol, ni hoy ni mañana

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Suena el despertador, abre los ojos. Hilario se pregunta por qué tiene que trabajar todo el día, todos los días. En realidad ni siquiera le importan las cosas que tiene, porque no tiene con quien compartirlas (y ya eso tampoco le importa demasiado) (aunque, tal vez le sigue importando un poco) ni le importa comer porque que él se vea saludable no le importa a nadie (ni a él). Se levanta, se baña, se afeita, se mira mucho al espejo, se peina, se lava los dientes. Se pregunta qué está haciendo, por qué se levanta temprano, por qué se baña, por qué se arregla si a nadie le importa como huele o como se ve, sólo a su jefe que, si él no tuviera buena presencia, lo despediría... pero... ¿importa? (se pregunta). Hilario piensa que uno de estos días se deja de afeitar y se deja el pelo largo, que se va a hacer rastas y quizá un arito en la ceja. Tal vez si oliera mal y se viera más feo (Hilario se considera bastante feo) la gente se le alejaría... le gustaría, a Hilario le gustaría estar solo todo el tiempo, o tal vez no. El problema es que Hilario se olvidó de cómo identificar algo que le da gusto. Termina de arreglarse, agarra sus cosas y sale. Camino al trabajo, como todos los días, trata de no ver a esos chicos que le piden monedas. Hilario les da monedas, pero no quiere verlos, no quiere ver sus ojos porque una vez lo hizo y casi llora, a Hilario no le gusta llorar, le da miedo. Es que se siente mojado como cuando era chiquito y se hacía pis y ahí se pone a filosofar sobre lo análogo entre el pis y las lágrimas y, por lo tanto, entre su cara y sus genitales y piensa que entonces si todo es una mierda no tiene nada de malo que él tenga cara de culo, porque todo no cambia porque él no cambia, se hace cargo de que el mundo sea una mierda y se siente un culo y vuelve a llorar y le parece que esto es muy ridículo y se ríe, pero en realidad tiene ganas de tener cara de culo y, considerando todo lo planteado, le parece legítimo. Sonríe y le dice buenos días a su jefe. Hilario piensa que los días son cada vez peores, que se aburre. Sus compañeros de trabajo le cuentan un chiste que ridiculiza a la mujeres y él no puede dejar de reírse. Hilario sigue pensando en cuanto se aburre y en cuanto le gustaría que una mujer lo acaricie y no darle nada y no recibir nada más que esa caricia y darle lo que le surja cuando le surja, mientras sus propias carcajadas lo aturden y le recuerdan ese dolor de cabeza que hace tiempo lo viene molestando. Decide que cuando salga de trabajar le hará una visita al médico. Al final de la jornada laboral, ya es de noche, Hilario siente un nudo en la garganta porque casi no vio el sol, lo extraña mucho al sol, recuerda las tardes que pasaban juntos, recuerda como podía hacerlo sentir bien después de la peor de las frustraciones, como podía hacerlo sonreír verdaderamente, en medio de la peor de las angustias. Decide que mañana no irá a trabajar, que hoy cuando vaya al médico le va a pedir un día de descanso y que va a estar todo el día tirado al sol, que cuando esté ahí, va a esperar a que uno de esos nenes venga a pedirle una moneda y que le va a decir que no, mirándolo a los ojos (sin miedo a llorar porque va a estar bajo el sol) y lo va a invitar a almorzar a algún bar y después a tomar un helado. Se sienta en la parada del colectivo y mientras espera mira las estrellas que no ve porque en la ciudad hay mucho smog. Hilario se pone a pensar en la contaminación, en qué quedará para el futuro (para los hijos que no tiene, pero, que seguro tendrá -porqueasídeberíaser-), en que podríamos vivir mucho mejor usando energía solar, en que el petróleo es un recurso no renovable y que contamina mucho, decide que cuando llegue a su casa, lo primero que va a hacer es meterse en alguna organización ecologista (va a investigar y leer bien cual representa mejor toda su compleja ideología) y que va a donar a esta causa todos sus ahorros, que así va a sentir que todos sus días de trabajo tuvieron algún sentido al fin, pero que se va a guardar un poco de plata para poder conseguir un trabajo de menos horas y terminar el secundario, que va a tratar de terminarlo en un año y que el que viene quiere estudiar ciencias políticas, recibirse en cinco años y después empezar abogacía, entonces, con todos esos conocimientos, más todo lo que Hilario leyó durante su vida y esa sensibilidad social que lo caracteriza, va a salir a pelear para cambiar al mundo, este mundo que lo quiere derribar, pero, que él no va a permitírselo, porque Hilario es un hombre y todos los hombres son valiosos por ser únicos e irrepetibles, piensa Hilario, y cada uno de nosotros tenemos la capacidad de ser y hacer cosas que nadie más puede y que en nuestro interior se generan las maravillas más singulares y simples y... Viene el colectivo, se sube, se sienta en el mismo asiento de uno que todos los días, detrás del que está arriba de la rueda. Hilario piensa que mañana mejor se va a sentar en otro, que va a tratar de probar cada día uno distinto y que primero va a probar con todos los asientos de dos y que va a hablar con la gente que se siente a su lado, que va a querer que le cuenten las cosas que tengan en el alma, que quiere ser, por un ratito, su angel escuchador, que no va a hacer nada para cambiar la realidad de cada individuo pero que los va a escuchar para que se sientan importantes y que salgan a cambiar sus males ellos mismos. Sabe también, que seguramente aprenderá algo de cada ser. Hilario se propone entender el origen y la lógica de la tristeza de todos y con ese entendimiento va a ser más legítimo el cambio que haga en el mundo. El colectivo se llena. Hilario piensa que estuvo demasiado tiempo sentado, que otras personas tal vez estén más cansadas y que debería darles el asiento, piensa que tiene que empezar a aguantarse el dolor de pies, que los demás también tiene dolor y que bueno viejo, hay que aprender que el dolor del otro es lo mismo que el de uno. Apoya la cabeza en la ventanilla y se duerme. Se despierta justo cuando tiene que bajarse, Hilario se lamenta por no haber leído ese libro que tiene en la mochila hace días y que tantas ganas tiene de leer, se promete que mañana si, que mañana lo lee en el viaje. En las tres cuadras que tiene que caminar desde que baja del colectivo hasta su casa, pasa por la esquina en la que debería doblar para ir al médico. No dobla, sigue derecho, se siente muy cansado hoy, mejor irá mañana. Entra a su casa, está a punto de encender la luz, pero, no lo hace. Sabe que cuando la prenda se va a encontrar con la desordenada y desolada realidad en la que vive. Hilario piensa que debería enfrentarla, que no puede ser que viva esquivando su propia vida, que nada va a cambiar hasta que no cambie su actitud, que si él no ve su desorden no va a poder ordenarlo y que si no lo ordena, no va a poder invitar a nadie para que cambie esa desolación en la que vive. Acostado en la cama, Hilario piensa que hace mucho frío, que mañana va a comprar una estufa. Hilario piensa en muchas cosas antes de dormirse, piensa en todo lo que ha pensado en todo el día y se pone triste cuando quiere compararlo con las cosas que ha hecho y se da cuenta de que no ha hecho nada, de que lo que hizo nunca reflejó lo que sentía, de que se va a morir sin haber hecho nada, de que tiene tanto dentro de él, pero, no le sirve para nada. Hilario piensa en todo su potencial y en su incapacidad de pasarlo al acto. Piensa en el por qué de su actitud de vencido con sus escasos veinticinco años, se pregunta por qué siempre tuvo esa actitud si siempre fue joven. Hilario piensa que tal vez fuera porque siempre tuvo nombre de viejo. Decide que mañana se levantará temprano e irá al registro civil a cambiárselo por otro, se acuerda que abre justo a la misma hora en que él tiene que entrar a trabajar, piensa que le importa un carajo, que si lo echan mejor, que con su nuevo nombre, conseguirá otro en el que se sienta más cómodo. Se duerme. Hilario sueña que está entre nubes de colores, sueña que está cómodo, que tiene amor, que no tiene hambre ni frío, que solo tiene satisfacción, sueña que corre, que viene un viejo que se llama Pablo y le cambia el nombre por el suyo. Hilario, ahora Pablo, se encuentra con una chica, se dan la mano y no necesitan decirse nada, ella sabe que él la ama, él no tienen dudas de su amor y lealtad. Ven gente pobre y les crecen los brazos, los abrazan a todos, a todos juntos y les dan todo lo que necesitan. Hilario, ahora Pablo, duerme con una sonrisa.
Suena el despertador, abre los ojos. Hilario, siempre el mismo Hilario, se pregunta si levantarse o no, decide que si, que se había prometido ir hoy al registro civil a cambiarse el nombre. Hilario se pregunta por qué tiene que trabajar todo el día, todo los días. En realidad ni siquiera le importa lo que tiene, pero, se levanta, se baña, se afeita, se mira mucho al espejo, se peina, se lava los dientes, aunque a nadie le importa cómo huele o cómo se ve, solo a su jefe que , si él no tuviera una buena presencia, lo despediría, pero... pero hoy va a ir. Hoy, porque es el último día del mes, así me pagan el sueldo completo, piensa Hilario. Pero mañana no, mañana no voy nada, piensa Hilario...

Texto agregado el 19-07-2004, y leído por 222 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
19-07-2004 Me gustó mucho este relato, qué más decirte. guy
 
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