Planeamos este viaje con la intención de recomponer nuestra deteriorada relación matrimonial. Aunque sé que me odias aún conservo la esperanza de que todo vuelva a ser como antes. El lugar que elegimos es idílico. Hace unos instantes comenzó a nevar, y a través del amplio ventanal contemplo el paisaje majestuoso: el lago y las imponentes montañas con sus cumbres nevadas.
Te observo mientras lees sentado frente al hogar, pero no me atrevo a interrumpirte. En silencio voy hasta la cocina, preparo el desayuno. Pronto el aroma del café y las tostadas invaden el ambiente. Deposito la bandeja en la mesa y espero…
Pasan varios minutos, ni siquiera notas mi presencia.
Decido desayunar sola, me conformo con mirarte mientras continúas leyendo. Hace frío; agrego unos leños y avivo el fuego. Me gustaría escuchar tu voz, pero sé que todo es un sueño, por eso trato de no hacer nada que pueda despertarme. Me muevo despacio, respiro con regularidad, no me atrevo a hablar para que no desaparezcas. Sin embargo, puedo mirar mis manos, tocar mi cara y mi cabello. Todo parece real; no quiero que el hechizo se rompa.
Observo el espejo; por un momento pienso que ninguna imagen se va a reflejar, pero sí, allí estoy.
De pronto abandonas la lectura y vienes hacia mí. Sin pronunciar palabra tomas mi cuello con tus manos, comienzas a apretar. No reacciono por la sorpresa. En ese momento descubro horrorizada que me falta el aire, y mientras lucho por mi vida, me doy cuenta demasiado tarde que el sueño ha terminado, acabo de despertar.
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