Cómo a nosotros nos vapulearon con demasiada sorpresa no tuvimos tiempo siquiera de de considerar una fuga, que de haberlo hecho, nos hubiéramos cagado cada una de nuestras ya jodidas familias.
Hablar de Justicia en este país no es necesariamente complicado, no, sencillamente es imposible y como son tantos los que flaqueamos al pecado, pues al final, como decimos acá: siempre pagan justos por pecadores.
Yo quisiera arrancar desde ceros y comentarles cómo han crecido y aún siguen creciendo las políticas en las montañas de mi pueblo pero son notoriamente bifurcadas las fuentes que datan los hechos, y cuando hablo de pueblo no me refiero a Urrao particularmente, sino que me refiero a las muchas montañas que componen mí país. Un país bello, peculiar, turísticamente agradable, turísticamente prohibido, de mujeres caderonas y cabelleras extensas, unas mulatas, otras mestizonas, muy rubias, muy bajas, coquetas, mujeres desgraciadas, juiciosas, extremadamente cansonas, responsables, respondonas, la esposa de mi tío, malagradecidas, elegantonas y buenotas, toda una gama de mujeres del mejor pedigrí que puede encontrarse en Latinoamérica, pero como yo no voy a hablar solamente de mujeres sino de todo un país completito de “curiosidades” –para que no me comprometa usando términos ofensivos- sigo entonces con mi más preciado.
¡Ay mi país!, un país de no sé cuantas especies preciosas en una fauna que fácilmente se puede confundir con un anticipo al paraíso como dijo Facundo, por lo tanto es un país que también conoce muy de sobra lo qué es un purgatorio. Un país de cuarenta y tantos millones de habitantes cada uno con cuarenta y punta millones de problemas, historias, deudas, impuestos e imposibilidades para vivir tranquilamente. En éste país hay materia prima para cientos de documentales de la National Geographic si se quiere, comenzando por los testimonios de nuestros honorables gobernantes.
-Y entonces primo, cómo va todo?
-ah compañero, ya sabés, acá la cosa es relativa, depende del gobierno. Pero bien, sin contratiempos. ¿Y vos?
-¡No hombre primo!, estoy mamado de andar con las patas en las casa, sin trabajo, consumiéndome en el sofá sin encontrar nada que hacer. Vos sabés cómo es eso, no hay pal’ gasto propio, necesito la liga mijo.
-Pedazo de burócrata, dejá de pensar en el capital, compañero, te llenarás de plata, serás oligarca y terminarás igualmente en un moridero.
El primo tiene veintinueve años, diez más que yo, solo que a él el tiempo le ha otorgado más caminos que a mí, como sucede generalmente en las peores circunstancias cuando uno no tiene claro el cómo y para dónde quiere enrutarse en la vida. Solo aquellos que tienen esa voluntad en el pecho tan aferrada a esos sueños que en el sendero han ido construyendo y alimentando con esperanzas (no con fe) pueden y logran cumplir eso que alguna vez llamaron utopía. Yo ando en esa tarea precisamente, ahora que me puede resultar una posibilidad «cuantitativamente viable», como dice el primo, podré hacer mi sueño seguramente más realizable. El no sabe de qué se trata el negocio y que ni se entere, total, los detalles después.
Urrao está cerca de Medellín, pero de acá de Urrao no han salido médicos sobresalientes, ni presidentes, ni noveles, ni astronautas que vayan a la NASA, ni nada.
En Urrao hay casas y fincas viejas, la mayoría vacunadas. Pueblo viejo de insurgentes, custodiado en los montes por un ejercito que sirve pa’ mierdas, pa’ totasearse con unos cuantos que ellos llaman «grupos subversivos al margen de la ley». ¿Al margen? Grangüevones, ellos son la ley, ellos mandan en mi pueblo, margen los cuadernos porque ellos están adentro tomando cerveza en las cantinas con los abuelos, fisgoneando en la plaza y acordando con el alcalde las orquestas que vendrán en diciembre para las ferias.
-¡Qué va primo!, te equibocás de cabo a rabo, vos sabés que a mi me gusta en parte la revolución. (Como si eso realmente me diera de comer o funcionara en algo para la gente, la revolución es una bonita esperanza). Mirá, yo tuviera la barraquera que tenés me uniría de one a vos. Necesito plata es pa’ zafarme, me entendés, para arrancar con lo mío, quiero empezar a estudiar.
-¿Lo de vos, acaso sabés que querés al fin?
-Que oligarca ni qué burgués. Juan Luís, perdón, primo Efraín, yo voy fino con la literatura, yo voy a ser escritor.
-¿escritor?
-Escritor. Y punto.
-Compañero, fijate como te ha destrozado la bareta esa cabeza hermano.
El primo alguna vez también me dijo primo, su verdadero nombre es Juan Luís Salvador Lara, del apellido Lara que no fui capaz de colocarlo en un diploma universitario como fue la voluntad de mi padre, que en paz descanse. Yo lo haré, juradito que algún día, le llevaré el diploma que tanto quiso y unas flores artificiales que se marchiten nunca, porque el cementerio es un santuario despreciable, frío horroroso al que no volveré.
Juan Luís sí estudió completita su carrera de Ciencias Políticas en la universidad de Antioquia con la añoranza ésta de querer cambiar las cosas en la sociedad, luego luego quiso estudiar filosofía pero el corazón le pudo más que las ganas por la academia. Alcanzó a hacer un par de semestres de filosofía también en Medallo, la ciudad de flores, y qué flores, hasta que no lo pensó más y aceptó la propuesta de entrar a hacer parte de las filas guerrilleras de mis hermosas montañas.
Según el primo se cansó de la situación actual y sus ideas revolucionarias eran verdaderas, las tenía en las entrañas como les conté y por eso se contactó con los militantes y arrancó su lucha, a comer frío en la madrugada, a recibir las pesadillas por costumbre y a revelarse con el Estado. Es un guerrero, tiene coraje como el que más y por esas cuestiones, sumadas sus increíbles facultades intelectuales, llegó allá pisando duro. Durísimo.
-Pues si es lo que vos querés, hacéle compañero, hacés un libro sobre mi vida, qué tal.
- Contá con eso primo. (Que en eso estoy).
-Serás escritor entonces. Y punto.
- vos los has dicho. Ese punto lo coloco yo, con tu perdón.
- ¿Nos tomamos alguito compañero?
No sé, el problema del primo Juan es que se jactó con demasiada brevedad, los humanos, si se quiere pensar así, somos un exprimidor de limones, le sacamos el jugo a la vida por más acida que ésta resulte y nos imaginamos al instante la provechosa limonada que del jugo resulta. Pero el primo en cambio se queda echándole madrazos a las pepas, qué se le puede hacer, al güevón le gusta encerrarse en esas pendejadas que hacen aún más amarga la limonada.
Ya ni siquiera se le puede llamar Juan Salvador, como lo bautizó mi tía, la que está medio loca. Se le llama ahora Efraín, el “camarada Efraín”. Según él en la guerrilla le tomaron demasiado afecto y con su vertiginosa alma revolucionaria lo apodaron Efraín, como el legendario llanero Efraín González. También me dice que es un mérito llevar a sus espaldas la carga de ese nombre porque supuestamente el coraje es más imponente si la Historia nos acompaña a cuestas. Alguna vez bebiendo en el billar de Sergio Cabana, uno de los viejos más respetados incluso en las parcelas que se salen de Urrao, me dijo el primo Efra ya borracho que el sobrenombre se lo colocaron después de una emboscada que les hizo el Ejército en las montañas: -Com…pañero, vos no me creerás lo que te cuento, ¡uta!... esos perros nos seguían, juraito hermano, por todos laos, ¡taz, taz, taz! Por todo lao se oían los tiros y…!taz! ¿sabés qué?... me arrodillé, carajo, saqué la estampita de la virgencita, me persigne y con el cuerpo de un gato me les escabullí en medio del combate a los soldados-. Lanzó un par de besos al pulgar jurándome que era cierto que al final le resulté creyendo esa noche y hasta brindamos por sus facultades extrahumanas de mimetismo, aparte de ser un percherón en el discurso político, el primo es «manimal».
- ¿Y pa’ donde primo? ¿Dónde Sergio Cabana?
- Ya está, peguemos pa’ allá pues, donde el finao Cabana mijo.
El país anda díscolo desde hace un par de semanas por culpa del secuestro al senador Marcelo Alfonso Arciniegas, un bumangués que ha sido dos veces gobernador de Santander y una vez candidato fallido a la presidencia. El senador Arciniegas es un polemista osado, ha sido columnista en el periódico de Bogotá, tiene don de gentes, es también un esperanzado ingenuo que aspira a solucionar el conflicto armado en Colombia extraditando la mayor cantidad de insurgentes involucrados en el narcotráfico y tiene una debilidad indomable por las jovencitas que recién cumplen los dieciocho, pero eso solo lo saben unos pocos, entre ellos los secuestradores que usaron una jovencita campesina que apenas acababa el bachillerato para colocársela al senador de carnada y ese pez gordo se colgó del anzuelo como un niño persigue una paleta.
Los medios no han parado de ofrecer una jugosa recompensa «cuantitativamente viable» para gente con ilusiones que en esa platica ve la salida de la miseria. Lo de la carnada lo han censurado porque lógicamente el senador es un hombre público muy “respetable”. Pues este respetable hombre un mes antes de su secuestro apoyó públicamente un proyecto de ley que inscribe en sus añadidos la fumigación de los cultivos ilícitos que tienen invadidas las montañas de droga. A mí no me miren porque la finca que nosotros tenemos lo único que cultiva son unos precarios cafetales «muy al margen del la ley», como le gusta decir al gobierno.
Finalmente el señor Arciniegas se consiguió lo que por entrometido se puso a buscar, a la guerra no le gusta que le quiten la comida que les da de comer, además según el primo el senador es un buen cliente en el mercado de la cocaína. Se mató dos veces por pendejo.
-Don Sergio par cervezas mijo y regaláme las bolas que hoy los dioses tacarán conmigo, así que el primo Efra perderá el chico conmigo.
- ¡Ja!, compañero, ya verás pues, hermano, ando contento y con el alma contenta el jugador siempre hace fiesta.
- Don Sergio, hacéme un favor, dejá las cervezas en el congelador y mejor traéme una botellita de Tequila.
El primo es buen jugador y jamás me ha dejado ganarle jugando billar, pero el tequila le revierte la cabeza y lo mejor de todo, le emborracha primero la lengua.
- ¿Y cual es la felicidad, ah primo?
- Compañero, por arriba ando muy bien porque la vueltita me acaba de resultar tiene muy contento al de arriba.
- ¿A Dios? (me gusta hacerle preguntas idiotas al primo, porque éste por su brillante intelecto le molesta ser incomprendido y al final termina escupiendo las respuestas completicas).
- No seas pendejo primo, al señor duro, al camarada.
Por pura casualidad me había enterado que el frente que maneja el primo es quien preparó lo del secuestro, claro, ordenes de arriba, pero también por pura casualidad el primo con bastantes copas me confesó hace días que el senador estaba en la montaña donde él tiene su camadita de insurgentes. Estas son puras casualidades que casualmente llegan en buenos momentos,
El primo puede que jamás llegue a pensar en ser vocero para tomar el poder y ejercerlo haciendo frente él mismo, a él le gusta estar al cañón pero no se desvela fraguándose en un pulpito ni mucho menos en un atril, ante todo es un alma arraigada en su provincia, en sus costumbres culturales muy de obrero, de campesino, de luchador abrazando fielmente su espada. En cambio yo, tampoco. Porque precisamente lo que a mí me desvela y me viene en gana es escribir, escribir por escribir y hacerlo por satisfacción propia sin idealizar lo que quizás no alcanzo, lo hago sin motivos, curándome de trazarme una mira fija que haga firme mis raíces. Me gusta ser comandante, como el primo, pero un militar cualquiera y permisivo que a mis palabras les conceda todo el lujo que ellas quieran exigirme.
Mi padre desde pequeño me calificó de pesimista, de no ver caminos con prosperas salidas, decía que yo era un don Juan de papayazos, que mi pesimismo era lo único que me negaba sentirme un verdadero paisa como lo fue él, como lo es el primo y como lo ha sido toda la familia omitiéndome y que el pensamiento de una persona como yo acababa por falsear mi propia conciencia y mis principios.
Mi padre lo supo, pero el primo no. Y punto.
-Mirá primo, ¿conocés a esos de la jeep?
- O los tragos me jodieron la cabeza o ese cuajado con cara de esmeraldero es el camarada “Troky”
-¿Y ese quien es?
-Fue un man jodido en Rusia, se llamaba Trotsky, pero en el campo a los rusos y alemanes es mejor abreviarles el nombre.
-Serás güevón primo, quién es este cuajado con cara de carroña.
- Un grande, papá, un comandante de arriba y viene agitado.
El hombre que se bajó de la camioneta se trajo dos hombres con buenos fusiles, caminó mirando hacia los lados y entró al billar directico a nosotros, le temblaban las cadenas en el pecho, no traía uniforme de guerrillero ni nada, pero los gentiles pitos que lo acompañan si traían el camuflado y las botas de caucho empantanadas de barro, venían del monte y el jeep también estaba salpicado, son tan comunes en este pueblo que las mismas vecinas los mantienen atendiendo con cantimploras llenas de limonada y los reciben con platos de sancocho apenas se sientan en cualquier tienda. Ellos por acá son muy reservados en sus acciones pero no con su presencia, a veces se pasean como Pedro por su casa y eso considerablemente les otorga respeto.
Mientras taqué, el carecarroña me frenó las bolas asfixiándolas con una mano, se sirvió sin permiso un tequila, sonrió irónicamente a unos cuantos abuelos, le tocó el hombro al primo para invitarlo a la camioneta, mientras los otros dos que venían con él me dieron de a empujones hacia el jeep y me apagaban el cigarrillo a pisotones.
-Al comandante le molesta el humo- me dijo uno de los guerrilleros, montañero de bigotico a lo Cantinflas y el camuflado se le desabotonaba por la protuberante panza. A los quince minutos de trayecto el comandante sacó una cajetilla de la guantera y pitó un cigarrillo, sin que le molestara el humo en lo más mínimo.
Pude comprobar por cierto el verdadero ímpetu con que el primo escondía sus gestos en una brutal y rigurosa seriedad, ni les habló ni le tembló siquiera el cabello con el viento. Yo, si me sequé mil veces la frente que se me escurría a chorros como una gallina.
A los militantes que han tenido que usar el terror como herramienta para el triunfo no les basta con exterminar al traidor y con eso santificar el error y ya saneada la deuda. A ellos les gusta suministrar sufrimientos con gotero, por eso empiezan la tortura con la familia del acusado. Efraín es mi primo, yo lo soy de él, somos familia, luego ellos empiezan conmigo.
Algo me salió mal a mí, a ellos también. Nos llevaron a una finca de buenos caballos, grandes portones, zócalos elegantes en madera y hermosos potreros. Me arrimaron a la sala y el don se sirvió aguardiente para él solo. Juan me dio unas palmaditas en la espalda y me susurró que me tranquilizara, que se lo dejara todo a él. De igual manera yo qué iba a decir si los ratones me comieron la lengua desde que salimos del billar de Sergio Cabana.
El comandante empezó a hablar con primo Juan y le dijo que ya lo del doctor Arciniegas se sabía, que un soplón de Bogotá los puso sobre aviso y un motín de soldados se desplegaba por toda la región antioqueña con armas hasta en las uñas.
-La información se filtró, ¿qué pasó Efraín, se te agrandó la boca, camarada?
Y el primo –Shh…-. Mudo, callado se frotaba las manos, lo encolerizado lo expulsaba por los ojos. Lo del senador era una cosa importante para la organización y les daría el privilegio de hacer peticiones al gobierno sin tener que aniquilar una nube de inocentes para puyar la política por medios innecesarios.
A Juan no le hicieron nada, es demasiado importante para ellos, pero a mí si me retiraron de la conversación a jalonazos y me ajustaron con un par de culatazos. Midieron la seriedad del primo con mis heridas en las costillas y ya está advertido, ahora tiene que purgar a todos los hombres que tienen a su cargo de la misma manera que lo hicieron con él para demostrarle a los soplones que en la guerrilla las advertencias no son solo voz y mierda.
Nos desocuparon a las dos horas. Una camioneta nos devolvió a Urrao y en el camino primo Juan Luís no hizo más que disculparse conmigo.
-disculpame compañero, vos no tenés nada que ver en mis cosas y sí te ganás tu vapuleada. Pagan justos por pecadores, disculpame de verdad, sacáme de tu libro y listo, quedamos parejos. Unas por otras.
-No primo, ahora con más firmeza te me quedás en mis papeles, o sino ¿para qué todo esto?
Luego queda simplemente disponer de un tiempito para cobrar mi recompensa «cuantitativamente viable» y acabar la historia. Un titulo, eso me falta, un buen titulo que sintetice que no hay que besarle el látigo al verdugo. Esas historias siempre gustan, por lo abundantes, supongo.
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