SENECTUD 256 palabras
Soy de la ciudad mal oliente
Y pestilente.
Con la pestilencia que antaño
Fue engendrada.
Respiro el aire maleado.
Bálsamo de la muerte.
Con tristeza, de mil colores,
disfrazada de dichas.
Placer, de sacrificios,
de bondad, traiciones
muertas, que alimentan
nuestra vida.
¿Esta vida que no existe
si no hay una esperanza?
Si que se escapa por mil bocas
de desilusiones bárbaras;
henchidas en volcanes de dolor,
cubiertas con perfumes orientales
y forjas entapujadas que
avivan los focos malevos
del mal, que dicen ser
el bien, incendio de la envidia.
Germen del pecado,
cuajo de la dicha.
¿Soy de esa ciudad, donde
todos gimen?
Si: con sus muecas
de dolor agrietado,
desespero de sonrisa
atormentada. De materia.
Llanto del alma envilecida.
¿Por mis calles se entumecen
gélidos arroyos?
Si: que tiritan ventanas y
puertas congeladas.
Espiran en fogones
ya marchitos;
circundan por sus cauces
timideces de esperanza
calcinada.
Soy aquel ambiguo
titán de la perfidia,
escoria mal trenzada
de la eterna ingratitud,
odre de mentiras, de maldad
soy alud.
¡Todos mis hermanos
viven mascullando!
Con sabor Mefistofélico.
¡Condenados!
En aras de la torpe alcantarilla
de sus sueños.
Mis casas, son vanas ilusiones,
recintos olvidados de leyendas
de naves que surcan al garete
en mares sin fondo.
La ciudad que no puedo olvidar;
sí, vivo por el amor,
muero por el amor.
Soy añil de sufrimiento,
de la eterna esclavitud.
Estropajo del dolor en crecimiento,
alarido de una lenta senectud.
¡OH! Sí, ¡¡¡De una lenta Senectud!!!
Reinaldo Barrientos G.
Rebaguz.
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