No hay más territorio que tu nombre. Y al llegar al borde, se alucina un abismo que ni los dioses se arriman a mirarlo. Ya no hay cantos. Ahí las sirenas se callan de tan hondo. Y el tiempo -que es de agua- cae inconcebiblemente hacia el vacío. [Ningún barco ha vuelto de ahí para contarlo]. Más allá de tu nombre -impronunciable- nada queda. Ni el silencio. Ni la ausencia. Ni el olvido de haber leído el mundo entero en tus páginas de seda. Y luego resuena tan sólo una pregunta: ¿Cuánto espacio ocupa una mirada?
Texto agregado el 29-07-2011, y leído por 134 visitantes. (2 votos)