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Ah, compañero subterráneo,
Habitante impaciente de mi carne,
Tu y yo debemos
Confesarnos,
Ser como la palma abierta de mi mano
Y darle cabida a las tinieblas
Te he visto a veces como un pájaro
Que arrollara el perfume del otoño.
Ilusoria y fatal, tu libertad
Se engalanaba festejando a los dioses
Que creabas.
Pero todo está hecho ya por los hombres
Y tú no te guardaste tu furia
No hiciste reserva de tu barbarie
Para el momento en que las azucenas
Debieran ser batidas por la sangre.
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Texto agregado el 29-07-2011, y leído por 173
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