Era un día gris, con mucho viento y una llovizna que parecía interminable. Un domingo más nostálgico que de costumbre. La ciudad estaba vacía, escasas personas caminaban bajo ese goteo interminable, pocas veces se había visto algo tan triste como en ese tiempo.
En ese clima gris, salió un hombre a caminar, para hacerse uno con la ciudad. A este hombre no le molestaba la lluvia, el frío o el mismísimo día, este hombre solo quería caminar. Era un muchacho de sonrisa triste pero que derrochaba alegría, con el llevaba soledad, tristeza y un poco de pena. Se sentía incompleto, buscaba algo pero no sabía que o a quien buscaba.
Ese domingo sintió que ese algo que buscaba, lo iba a encontrar. ¿Cómo encontrar algo en una ciudad vacía? se preguntó, y aunque no encontró respuesta, salió por inercia con una fé ciega. Buscó y buscó en esa caminata interminable, fue recorriendo los lugares de par en par, las horas fueron pasando y sus esperanzas, así como las horas, se fueron yendo.
Se transformó en una más de esas pocas almas que habitaban la ciudad. Bajo la lluvia caminaba con un gesto de disgusto, había perdido esa triste sonrisa que lo identificaba, estaba resignado. ¿Salir un domingo en medio de la lluvia, en una ciudad vacía a buscar algo que ni siquiera se que es? se preguntó. Estoy loco se dijo y se sentó en un banco de la plaza, en medio de árboles, cabizbajo. Totalmente decepcionado.
Dicen que las cosas que buscas llegan cuando dejas de hacerlo y puede que está frase sea muy cierta ya que en su peor momento, en medio de la lluvia, desconcertado y a la deriva, el chico de sonrisa triste escuchó una voz. "Hola ¿cómo estás?" fue lo primero que oyó, levantó la cabeza, miró y supo a primera vista que la persona que tanto buscaba, lo había encontrado a él.
Era una chica con un sobretodo negro, unos ojos color verde agua y una sonrisa muy similar a la suya. "Bien" respondió con voz tímida y la chica se sentó a su lado
¿Qué hace un hombre, un domingo a la tarde con este clima sentado en un banquito? preguntó la mujer con dulzura. El muchacho sonrió y en tono sarcástico dijo "lo mismo que hace una mujer sentada al lado de un hombre desconocido". Ella soltó una risa bastante tierna y contestó “Seguí a mi corazón”. En ese momento se miraron fijamente como si se conocieran de toda la vida, como si siempre hubieran estado juntos.
Me llamó Abril ¿y vos?, Alejo. Se dieron la mano y en ese instante, la llovizna que parecía interminable, terminó. Se levantaron, un poco empapados y juntos siguieron caminando. Mientras caía la noche, entre risas y miradas intercambiaron anécdotas y momentos de sus vidas. Las horas se hicieron minutos y la triste ciudad se volvió alegría. Fueron dos almas que disfrutaron de un cielo que no dio señales de luz
Suelen decir que nada es totalmente oscuro, que si buscamos siempre encontraremos un rayo de luz, que nunca perdamos la esperanza, otros dicen que las cosas llegan cuando las dejas de buscar o cuando menos te lo esperas, debo decir que ese día, en ese clima y en esa ciudad, eran las únicas personas fuera de sus hogares, fuera de sus trabajos y fuera de cualquier obligación. Habían salido en busca de algo, habían salido porque sentían que debían hacerlo, habían salido para encontrarse el uno al otro.
Atte: Javier Romero Ulic |