Como comezón en la cabeza… si, como comezón, y un infarto seguro que me ha llamado hace unos días anunciando su visita. Y no tengo nada que darle… nada con que recibir su llamado. Pero me impulsa como el fuego que calienta la habitación, a mis espaldas como tus murmullos, como el susurro de un clamor acallado por la noche… los rumores de la gente que pasa fuera de mí.
Limpiemos con cloro este desastre… o echemos el polvo bajo la alfombra para que otros hagan el trabajo. Hagamos vista gorda… ¿así se dice, cierto?
Voces del más allá como en un filme de ultra tumba, o de los loquitos de un psiquiátrico, o como las fotos de un estúpido dentro de una cueva… pero nada que importe.
Sólo dame una caminata nocturna por la ciudad y un café tibio, con mucha azúcar y leche… yo sabré hacer el resto. Sabes que puedo manejar el resto.
Y aunque no entiendas las palabras que caen de mi boca, no tienes mucho que retener, ni nada que ganar. Yo solo hago esto porque me gusta… porque puedo volar sobre las letras, y reír en mis antros como ningún otro… dentro del soliloquio que ahora grabo con sangre en el alma que se me escapa por el suspiro.
Cada uno puede ignorar las palabras del otro, esa es nuestra libertad… un tapón imaginario es la solución para la cólera que nos consume esta noche, al filo de labios paralizados. Una sonrisa te pido para drogar las neuronas atentas a cualquier inútil señal de vida en tus palabras mudas. ¿No es la esperanza la que me dejó ganar?, ¿o la sorpresa la que me hizo reaccionar?
Y ahora vomito sobre los recuerdos cuanta mugre tengo en los bolsillos. ‘‘Estoy esperando’’, me dice una canción. Silencia el silencio de mi alcoba. Mi cama ya puede respirar tranquila, inhalar la soledad que hace tanto anhela. Mis ojos se han secado. Mi mente se ha cerrado.
‘‘Baila conmigo’’, me ha dicho una voz en mi cabeza. Yo se lo que quiere, yo se lo que quiere’’.
¿Alcanzamos algo más?, ¿o solo perdimos el vacío eterno de una eterna soledad? Lo gracioso de lo absurdo, y lo fantástico de lo real.
Hablo bajo enigmas que ni yo comprendo, y bajo palabras que desconozco. No hay sabiduría alguna en nuestros actos, ni esperanza en nuestro pasado. Yo solo dicto sentencia sobre los milagros que esperé de tu boca. Se sentía tan bien oír las palabras que quise fueran mías. Pero no entiendes nada, ¿cierto?
Las complicaciones de lo simple, y la simpleza de lo inútil y práctico.
Todo es tan fácil cuando no tienes nada que perder. Y yo pensaba que siempre podemos perder algo. Morir nunca fue la opción, pero siempre el destino. La causa aún la desconozco. Los medios… los necesarios.
Otra vez podrás apuntarme con el dedo, y decirme lo mal que estuvo todo. Está bien, siempre he sido el culpable de mi destino. El libre albedrío se tragó mis esperanzas de una vida mejor.
Estaba ocupado, ¿eh?, y no fue tan fácil aceptarlo… no me equivoqué por ser estúpido… me equivoqué por… por ser yo.
¿Cuántos puntos debería tener mi sermón?
No pienso callarme, pero lo haré igual, sin pensar… por mera curiosidad de explorar el silencio después de cortar mi lengua con los dientes. No imagino el rostro de muchas personas bajo un escenario riendo de las cosas de la vida. De las cosas de la vida sin rumbo. Del rumbo de las cosas sin vida. Yo y mis enigmas.
Es un camino largo… o largo camino si quiere que suene bonito… estoy acostumbrado a esperar bajo los árboles a ver una señal que cae del cielo. Abro un libro y leo hasta que en mis manos, como por arte de magia, recibo instrucciones para actuar… pero como no se leer, lo mas probable, es que otra vez termine bajo un precipicio… o a punto de resbalar.
Hola. Chao.
Aunque no lo creas… aquí voy a estar… esperando… porque ya lo dije… me acostumbré a esperar… y lo dice una canción… esta vez no me puedo equivocar…