El hábito (III)
Tirado sobre la cama miré como se contorneaba sensualmente, los juicios no se hicieron esperar acompañados de conjeturas ¿Dónde aprendió esos movimientos eróticos? Si las mujeres (en su mayoría) buscan afecto, amor, antes que sexo ¿Por qué aquella extraña sólo pensaba en eso? subió el hábito para mostrarme una breve trusa rosa fosforescente que lucía y contrastaba con su vestimenta ¿Cómo la había conseguido? Era extraño, se comenzó a tocar y vino se montó y comenzó a lengüetearme la cara, se restregó en mí, la abracé para no ser descortés, y susurró: -no sabes las ganas que te tengo mijo. Su vaivén se acompasó rítmico y en unos minutos se tensó y dijo que estaba a punto de llegar, -solo restregándose- el pináculo fue descomunal, ante una evidente erección y con la mente en contradicción, el copioso líquido caliente inundó mi pantalón, al momento que ella gritaba de placer, pensé que pararía, pero no fue así, continuó su vaivén y en un lapso de tiempo aún menor la monja volvió a inundarme con sus líquidos íntimos, no salía del asombro, montada a horcajadas me apretó con su pelvis y piernas y volvió a gemir como si fuera un animal herido, no se detuvo una vez más y ahora en cuestión de segundos estaba experimentando el tercer sacudimiento, los gritos fueron tan altos, que en unos minutos el recepcionista tocó la puerta preguntando si todo estaba bien, -sí todo está bien, disculpe -le dije. Cayó a un lado mío y comenzó a acariciar mi pene, diciéndome que era hora de darle gusto a “él” me levanté de la cama y fui a cambiarme el pantalón empapado y oloroso a sus líquidos. -Ven mijo ora te toca a ti. Le contesté que era mejor que se fuera que no creía correcto aquello que estaba pasando, se despojó del hábito y enseñándome sus redondos y generosos senos me preguntó con voz sensual que si no me gustaba. -No es eso, es que mi mente tiene demasiadas anclas y no entiende esta situación, no sé qué paso por su mente por que se vistió, con su ropa de calle y sumida en un mutismo triste, se fue sin despedirse, mi erección era insoportable, bajé a la recepción y le pregunté al muchacho que dónde se encontraba un centro nocturno cerca, me dio las indicaciones y fui al lugar construido en la parte superior de una pequeña loma, sus luces de neón anunciaban lo obvio, entré al obscuro lugar, tomé asiento y pedí al mesero que me trajera una chica, en instantes llegó una mujer joven, hermosa y fui directo al grano, después de arreglarnos subimos al privado, la besé con el frenesí del deseo que me inspiraba la monja y, a pesar de que “las putas no besan”, se dejó acariciar por la curiosidad de una pasión desconocida. -Hay niño vienes muy caliente. Lo intenté por todos los medios pero la imagen de la religiosa me impedía desahogar mis henchidas ganas, mi desesperación llegó a su límite cuando en el momento álgido de estar a punto de llegar, abrí los ojos y el rostro de la chica había cambiado por el de la monja, desesperado y con un priapismo doloroso regresé al hotel a ducharme con agua fría hasta bajar la molestia, el insomnio se apoderó de mí porque no lograba sacarme de la cabeza a la monjita, pero mi conciencia me exigía olvidarla y salir de ese lugar huyendo de esa maldita tentación que me podría llevar a cometer sacrilegio. Decidido a irme del lugar, regresé al convento para devolver el libro, la madre superiora se sorprendió de la prontitud del retorno.
Pensé que se tardaría un mes por lo menos con el libro.
No madre la consulta que tenía que hacer ya está, y agradezco sus atenciones. Me repitió que podía volver cuando quisiera, que estaban para servirme. Volví a agradecer su gentileza y salí rumbo a la puerta, en el zaguán del convento a punto de alcanzar la salida en un rescoldo de ésta; estaba la monja, no llevaba el hábito sino la ropa de calle, traté de ignorarla pero ella no estaba dispuesta a dejarme ir sin ofrecer pelea.
¿Qué es lo que no te gusta de mí? Preguntó retadora.
-Eres una religiosa y acabas de tomar los hábitos, perdóname pero esto me confunde.
-Te amo -contestó. Esa respuesta fue un balde de agua fría, porque de nuevo mi mente, comenzó a hacer preguntas.
Continuara... |