Lo miro a los ojos tratando de encontrar algo nuevo, pero es imposible. Las gavetas de mi oficina están llenas de estudios sobre este hombre. Ninguno de ellos tiene una respuesta convincente. Hablan de enfermedad genéticamente determinada; de locuras temporales. Nada es lo suficientemente consistente.
Joven, de 34 años, casado, padre amoroso de dos pequeños hijos, de cinco y diez años. Niñez junto a sus progenitores, familia bien constituida, padres sin vicios conocidos. Adolescencia un tanto retraída, sin problemas de inconductas. Dedicado trabajador de una imprenta desde muy joven. Su conducta sexual, al decir de su joven esposa, es de lo más normal. Pero ¡¿qué es lo que llevo a este hombre a realizar esos actos atroces?! Por más que lo intento no logro descifrarlo. Sus pupilas no parecen albergar sentimiento alguno, no hay alegrías, penas, ni siquiera asombro o miedo.
Tal vez, nadie hubiera llegado a saber lo que ocurrió, si es que él no hubiera decidido, un buen día, contarlo. Todos lo vimos en la televisión narrando el horror sin mostrar ningún tipo de emoción.
La comunidad se escandalizó.
- ¡Pena de muerte! – clamaron.
- ¡Muerte al monstruo! – dijeron.
Parece que no les harán caso, cadena perpetua será su condena. Mientras yo sigo aquí sin entenderlo. Toda mi vida esperé un caso así, siempre quise un reto como éste, entenderlo es mi meta, tanto que, ya no puedo vivir más con normalidad sabiendo que un sujeto como él existe. Tendré que tomar medidas drásticas.
Apagué las luces de la habitación y saqué la pequeña linterna del bolsillo izquierdo de mi saco. Le pedí que siguiera con los ojos la luz de la pared y que escuchara mi voz con atención. Le ordené que cerrara los ojos, me pare detrás de él y pregunté, casi en tono de súplica.
- ¿Por qué hiciste eso?
- No lo sé, sólo lo hice- fue su única respuesta.
Lo que no encontré en sus ojos me pareció hallarlo en su voz. Metí la mano en el bolsillo derecho del saco, empuñe la navaja, que utilizaba para afilar mis lápices; mientras pensaba ¡maldito bastardo!, ¡eran trece cuerpecitos los que desenterraron de tu jardín! le corte la yugular.
Que dirán mis colegas, no lo entenderán. Tuvo la niñez más feliz que se pueda imaginar. Fue un adolescente pacífico y extravertido. Un destacado alumno universitario. El mejor psicólogo forense del país. ¿Por qué hizo eso?
|