El caballo blanco, y la armadura reluciente se movían rápido a través de los prados plagados de flores alimentándose del sol que brillaba sobre el fornido caballero. Galopaba en contra del viento con la espada envainada y la lanza en la mano. Su ágil corcel desafiaba el tiempo con sus patas indomables, y marcaba el paso que aseguraba la muerte del enemigo que se interpusiera en su camino.
Ya era una leyenda entre los pueblos, y los juglares todos, conocían sus heroicas epopeyas.
‘‘¿Cuántos dragones sucumbieron ante su acero?
Ni cien
Ni mil
¡Sino cientos mas mil!’’
Las doncellas agitaban los pañuelos ante sus pasos en los pueblos. Los varones brindaban a su nombre. Los reyes se maravillaban de sus proezas.
Entonces corrió junto a la bestia un par de millas mas hasta su destino frente a los muros del castillo ya abandonado. Bajó de su fiel amigo, y dejó su lanza para tomar el escudo. Caminó hasta la entrada de las ruinas. Podía ya oler el azufre, y divisar los cadáveres de algunos de sus pares, carbonizados y otros devorados. Armas y armaduras oxidadas por los años sin entierro, y las leyendas vivas de un misterio ahora confirmado por sus azules ojos.
Pisó un cráneo sin temor alguno, y confiado avanzó por los gigantescos pasillos donde ya ve las huellas de la desastrosa bestia del infierno. En cualquier momento atacaría y lo sabía. Su mano aferrada a la espada. El escudo cubriendo su costado izquierdo y el latir del corazón acostumbrado a la adrenalina de los desafíos.
Como los cánticos decían, los dragones eran su especialidad. Ahora iba por algo mayor: un dragón, y una princesa esperando ser rescatada. La bella doncella capturada por la criatura verde que escupe fuego.
Un par de pasos, escaleras y el gran comedor de los fallecidos reyes. Oyó unos pasos gigantescos, un alarido y sintió el calor de una resplandeciente bola de fuego que por poco lo redujo al carbón.
Se puso en guardia y comenzó el duelo contra el demonio. El escudo le protegía de las llamas, su gracia de los golpes, la espada estacaba a la bestia en reiteradas ocasiones, pero la piel del animal parecía una cota de mallas, y aunque su arma era famosa por su filosa hoja, era difícil hacerle daño. Pero el héroe nunca se rindió. Tras la agotadora batalla, llegó el momento esperado. El dragón, bestia tonta y malvada no pudo contra el ingenio del increíble y magnánimo caballero, que le decapitó en espectacular movimiento. La cabeza del dragón cayó bañada en su sangre, y el caballero, limpiando su arma, prosiguió.
Con el arma envainada, el héroe subió por las escaleras hasta la torre donde le esperaba su amada doncella.
Tocó la puerta, y a los segundos entró, para hallar a la princesa en sus aposentos, sorprendida por el día que tanto esperó. El caballero retira su casco y muestra su rostro, mientras en una reverencia se presenta. La princesa, se presenta y le saluda muy sonriente.
Ella está muy agradecida de el por haberla liberado del feroz dragón que le privaba la libertad. El caballero indica que ahora, al fin, está libre, y que podrán consumar su amor en matrimonio. Ante la respuesta del caballero, la princesa hace una mueca indicando su incomprensión. El caballero, sorprendido, le explica que es lo lógico. El la salvó para poder casarse con ella, pues de eso se trata. El caballero mata al dragón y salva a la princesa, que es el verdadero amor, con la cual está destinada a ser feliz por siempre. La princesa le dice que no, que cómo es posible que se casen… a penas lo conoce, y ella no quiere, que está agradecida por su rescate, pero no puede aceptar algo así. Indignado, el caballero reclama su derecho a poseerla por ser su ‘‘libertador’’, pero la princesa insiste en que no es justo.
Al final, terminaron discutiendo mucho rato, a lo que el caballero simplemente se fue, enojado, sobre su caballo a emborracharse con otros caballeros, de los que fue el ‘‘hazme reír’’, y la princesa decidió salir a explorar el mundo… visitar los mercados y comprarse vestidos, y esas cosas, y con el tiempo, fueron… bueno… ‘‘felices’’, cada uno en su propio mundo, y nunca se volvieron a ver. |