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En el principio de los tiempos, existía un pequeño poblado cerca de un caudaloso río, donde todos sus habitantes vivían en constante armonía.
Cuentan los ancestros que todo era perfecto, pero mas perfecto aun, era el amor sincero de dos jóvenes; El amor que se tenían se podía respirar a miles de metros de su choza, vivían solo para amarse y para ayudar a los demás. Al anochecer, recorrían juntos el extenso bosque, admirando las estrellas, rogando a sus dioses que jamás los separaran y de ser así, que les permitieran ir juntos hasta la última morada.


El:



Ella:


El:


En verdad te digo, que nunca terminaré de agradecer a nuestros dioses lo mucho que me permiten amarte, eres tan perfecta, como un gran sueño después de un gran día de ardua labor, como la melodía encantadora de una estrella.

Mi más grande amor, tus palabras son como cantos matutinos de enternecedoras aves.

Es poco a comparación con lo que te mereces… Pues aun quisiera descifrarte la poesía de cada noche me dictan las estrellas para ti.
Tomándose de las manos, caminaron juntos algunos pasos mirándose.

Pero en el mundo de los dioses, este amor era detestado por el despiadado Señor de la noche, el cual pretendía separarlos de cualquier forma, instante a instante, planeaba una manera eficaz para dar fin a tan increíble historia.

Sn:
Malditos, malditos sean, como pudo suceder esto. ¿Cómo? Es ridículo, deberán morir, son tan felices… Mortales inmundos, ¿No piensan que su amor me carcome?

Sin imaginarse lo que sucedía, los jóvenes seguían amándose por completo; Todo transcurría en calma y quietud, hasta que en uno de sus paseos por el bosque, al contemplar el ocaso, ella tomando las manos de su amado, le confesó que su amor seria recompensado, los dioses por fin habían escuchado sus plegarias, él, comenzó a dar saltos de alegría, su corazón palpitante quería escapar de su pecho. Así pues, juntos bendijeron a los dioses elementales, sabían que nada opacaría tanta felicidad.


El:

Ella:

¿Es verdad lo que me dices?

Si, por qué tendría que mentir, todo es tan bueno y maravilloso, que temo enloquecer de tanta dicha, ¡Por fin los dioses nos escucharon!

Al día siguiente, mientras él pescaba en el río, ella salió en busca de cortezas y hierbas. Al ir caminando, comenzó a sentirse observada, llena de temor, in incomprensible temor o tal vez miedo invadía su frágil cuerpo.


Ella:

¿Qué sucede corazón? ¿Por qué me incitas a temblar sin razón?, Acaso…

Fue entonces que el señor de la noche, encontró el momento justo para terminar con el amor de los jóvenes, así pues, bajo a la tierra y transformándose en un alacrán, comenzó a escabullirse entre las rocas e inesperadamente pico en el talón a la joven, quien al sentir el dolor, lanzò un grito desgarrador, lleno de angustia y muerte. Se había escuchado por toda la aldea y llegado hasta los oídos del joven, quién acercándose hasta la orilla, bajo de la canoa y comenzó a correr hasta donde se encontraba la joven, no sabia lo que sucedía, hasta que por fin a unos metros, encontró a su amada aun con un pequeño soplo de vida, de inmediato comenzó a implorar, sabia que tal vez era un mal rato, se sentía impotente, sufría.


El:

Por favor… Por favor, escuchen, si en algo los ofendimos, no se cobren con su vida, que mal cometimos. Yo, yo...Me ofrezco, escuchen, ella no, no a la luz de mis ojos, a la frescura de mi primavera. ¡Nooo!

En verdad sufría, quería morir, imploraba, pero sentía que nadie lo escuchaba… Abrazaba el cuerpo inerte, lo besaba, buscaba la forma de que siguiera con vida.
Mientras tanto en la morada de los dioses, todos los señores elementales al ver la gran infamia cometida por el señor de la noche, decidieron defender tan puro amor, pero no sabían como… Así pues encomendaron la tarea a los señores del viento y de la tierra, quienes bajaron hasta donde se encontraban los jóvenes. Mirando la terrible escena, llenos de rabia y dolor, uno de ellos, el señor de la tierra, le habló al joven:


St:
Hijo y siervo mío, nunca habíamos visto tan gran amor entre mortales, sabemos que tu corazón ha sido mutilado de un sólo tajo, no es justo, no permitiremos que el mal consiga corromper tus sentidos y pierdas la fe. Así pues, toma este pedernal y sin temor, traspasa el corazón de tu amada y después el tuyo, pero no temas, nosotros recompensaremos la fortaleza de tu cariño, anda pues, cruza junto con ella el portal a la eternidad.

Sin titubear, tomó el pedernal mientras un enorme dolor lo invadía, no comprendía el por que, las lágrimas amargas cubrían su rostro, le era imposible cumplir con la tarea al ver a su amada sin vida, sin pensarlo atravesó el corazón de su amada, posteriormente, abrazándola, fue hundiendo lentamente la roca en su pecho.


El:
Aun no entiendo, nunca dañamos a nadie, ¿Por qué ahora?, Cuando…

De los cuerpos inertes, comenzó a fluir su torrente sanguíneo, el cual corrió sin rumbo, hasta ser absorbida por la tierra… Los señores elementales al ver tan gran amor, invadidos de un gran sentimiento, comenzaron a llorar en el sitio donde había penetrado la sangre… De pronto, comenzó a brotar un pequeño arbusto, de donde surgieron diminutos frutos rojos, los cuales se conocieron con el paso de los tiempos como “fresas”. Había triunfado el amor.
Es desde entonces, que se dice, que cuando una persona solitaria come una fresa, comienza a ser invadida por una enorme nostalgia, que en ocasiones hace hasta llorar por no tener a su lado a quien poder demostrar un amor tan puro como el de aquellos jóvenes.


Fin



Texto agregado el 24-07-2011, y leído por 137 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
25-07-2011 HAY PROFESOR, ME HA HECHO VOLVER DE MI MUNDITO DE SOMBRAS Y HE RECUPERADO UN POCO DE MI FE, GRACIAS PROFESOR POR ESCRIBIR TAM MARAVILLOSO. ATTE: POTER, ALE morssanguini
 
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