ORGASMO
Cuando terminaron de juntar el dinero empezaron a comprar los materiales, la construcción tenía que ser muy seria, de buen gusto. No había una razón específica para que él caminara por los pasillo atravesando los marcos de la puerta, observando el techo, los colores de las habitaciones, los acabados del baño, la pequeña barra para tragos que tendrían en la sala, la chimenea, el jardín trasero, los niños, la casa del perro, la piscina, los árboles frutales, la biblioteca cuyas paredes estarían recubiertas de madera, los maceteros en la sala, en la cocina, en los pasadizos, a la cocina pensaba dotarla con un horno parrillero fijado en la pared la cual tendría alrededor de su mesa central unos bordes lineales de colores cálidos y un piso espectacular, él subió al segundo piso y mientras observaba el interior de las habitaciones aún en construcción pensó que todas las puertas tendrían que tener un acabado perfecto y que las puertas de los cuartos serían un poco más gruesas que la del resto de habitaciones para que cuando hiciera el amor con su esposa, los niños no se despertaran con la algarabía y los matices sonoros que trae el buen coito.
Los meses fueron transcurriendo rápidamente, y la casa de sus sueños fue por fin tomando cuerpo, los obreros felices y contentos de su trabajo apreciaban la casa como propia, mientras que él lo observaba todo como si fuera el que la hubiera construido. Ella estaba feliz de descubrir uno más de los logros que había conseguido junto con su marido. Ahora empezaría el amoblado.
Una noche cuando ambos dormían plácidamente en la cama, después de haber hecho el amor por lo menos un par de veces, escucharon un extraño ruido que parecía provenir del ático, rápidamente él se puso su salto de cama abrió la compuerta del techo con escaleras desplegables y subió. Ella estaba preocupada, había transcurrido casi veinte minutos y luego de llamarlo por tres veces de su nombre sin respuesta decidió que era momento de ir a buscarlo. Ella hizo lo mismo, subió al ático por las escaleras desplegables, cuando una luz brillante iluminaba a su marido, ella lo sostuvo de su mano, ella también empezó a iluminarse, aquello era tan relajante, tan extenuante que les producía un ligero sopor nunca antes sentido, ambos se contemplaron desnudos, mirando aquella luz que parecía llevarlos a otras dimensiones, ambos apretaron fuertemente sus manos y cruzaron sus dedos, ambos ingresaron a través de aquella luz hacia lo desconocido, mientras unas voces suaves y melodiosas los llamaban de sus nombres. Cuando ingresaron sintieron que el peso de sus cuerpos había desaparecido al igual que sus formas, eran sólo sus respectivas conciencias llevadas por el viento, eran el mar, eran la noche estrellada, eran aquella brisa cálida que susurra las hojas coloradas del bosque violeta, eran los atardeceres más perfectos que alguna vez un hombre hubiera podido presenciar. Eran cascadas de agua infinita y burbujas saladas de mares transparentes de tintes celestes, eran estrellas fugaces y nevados inmensos, eran arrecifes purpuras y vegetaciones exuberantes por un momentos subieron a lo más alto del cielo y observaron el planeta tierra como suele verse desde el espacio, aquella burbuja azul rodeada de parcelas verdes y marrones decoradas por unas ligeras y aparentemente espumosas nubes multiformes. De pronto la fuerza de la gravedad se impuso, y empezaron a descender vertiginosamente, a una velocidad muy violenta hasta caer sobre su cama. Cuando él abrió los ojos, ella los tenía ya abiertos y llevaba buen tiempo observándolo.
“¿Mi vida fue el mejor orgasmo que hemos tenido no crees?”, dijo ella mientras le besaba los labios, él apenas lograba contener con las yemas de sus dedos el sudor que iba desbordando de su frente.
José Astete.
Cusco, 22 de julio del 2011.
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