"Para encontrarlos debo andar", pienso. Comienzo a andar y la escena anterior desaparece completamente. "Debo de estar caminando un buen trecho," pienso, "alrededor de unas decenas de kilómetros; tan sólo como me duelen los pies..."
Pero, en un momento dado, me paro. "¿A dónde voy?" me pregunto. No quiero masacrar al pequeñajo, pues es mi lado infantil y no pienso renunciar a él nunca más; lo he aceptado y lo necesito: su optimismo es necesario; sus sueños son alentadores...
"Hay que encontrar al grandullón." digo en voz alta. Parece que me haya oido, puesto que aparece detrás mío como si nada. "¿Me necesitas?" me pregunta; "Tranquilo, tío;" le digo, "te prometo que no dolerá... mucho." Y acto seguido le lanzo un puñetazo; no es sorprendente que me lo pare, pues esa era mi intención... "Ahí te va la patada, cerdo" pienso. Últimamente recuerdo todo aquello que ejercité en karate hace tantos años, y no parece que me vaya mal usándolas... Hasta que el otro reacciona; recibo una patada en todo el pecho, haciéndo que retroceda unos pasos, intentando recuperar el aire; pero, antes de que pueda reaccionar, me mete un codazo en el cogote y me tumba. Empieza a darme patadas en el costado, como antes. No puedo evitar escupir sangre; las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos... "¡No! ¡No lo permitiré!" grito en mis adentros. Mi reacción es impresionante para mí: agarro su pierna y le consigo levantar del suelo, así que empiezo a darle vueltas encima de mi cabeza, para después soltarle. "El golpe ha sido brutal... No creo que sobreviviera." pienso. Me equivoqué una vez más. El grandullón ahora estaba furioso; sus ojos despedían destellos rojos, y de su boca salía un chorro de sangre. "¡¡QUÉ TE HAS CREÍDO!! ¡¡¿QUE PUEDES DERROTARME?!!", grita colérico, "¡ESTÁS MUERTO!" dice sacando una pistola. "Mierda, esto no es Matrix para esquivar las balas." pienso contrariado. Mientras cojo un palo que me encuentro en el suelo y comienzo a correr, el grandullón comienza a dispararme... "Parece que me están mordiendo" digo para mí dolorido; algunas balas han acertado en el blanco: yo. Unas en el hombro, los brazos, las piernas... "¡¿Por qué no te rindes?!" me grita de nuevo. "Porque hay gente fuera, esperándome para salir." le contesto. Arremeto con mi pequeño palo, dándole en la cabeza, pero ni se inmuta. "Mierda" pienso. El otro agarra el palo y me mete un puñetazo... Salgo despedido hacia atrás y sólo una roca me frena; "Me duele la espalda;" pienso, "probablemente me la haya partido." Pero, para mi sorpresa, me levanto. "Entonces no será muy grave" digo para mis adentros. Comienzo a andar, tambaleándome y una bala pasa silbando cerca de mi oído. Sigo avanzando. "Pero... ¿Qué te ayuda a moverte? ¿Cómo puedes seguir tras todo eso?"
La respuesta me sorprendió.
"Lo hago por mis colegas, que me están esperando ahí fuera..."
***
-Miguel, ¿estás bien? -oigo que me dicen.
-He estado mejor -contesto contrariado-. ¿Qué me ha pasado?
-Tuvimos un pequeño accidente y te desmayaste. Pensábamos que la habías palamado, tío -me contesta una voz de chico.
-Nos has tenido muy preocupados -me dice alguien más.
-Y... ¿por qué? Sabéis de sobra que siempre salgo bien de todas las situaciones -les contesto con una sonrisa.
Son mis amigos, alrededor de mi cama del hospital. Se preocuparon por mí cuando estaba inconsciente; ¿eso es la amistad? Probablemente. |