En pleno campo de batalla, la guerra medieval levanta su polvareda en la lucha cuerpo a cuerpo.

El soldado se refugia en su escudo y estira su lanza hacia adelante tratando de defenderse y atacar al enemigo y seguir avanzando. De pronto, ve caer un grillete puntiagudo cerca de él que provenía de un guerrero que desde un caballo con armadura quimérica que se asemejaba a la de un ser mitológico. El caballo y caballero siguen su furiosa embestida contra los que se oponen a la devastadora carrera del equino. El soldado percibe que la línea de ataque permanece casi inalterable y se unen para no ser sorprendidos aisladamente.

A lo lejos divisan el castillo, aún falta mucho para conquistarlo y la defensa enemiga lucha con bravura. Había sentido la muerte muy cerca con aquel ataque sorpresivo del las huestes enemigas, aún el corazón latía fuerte, la adrenalina hervía en su cuerpo, y se horrorizó cuando pensó que había quedado inmovilizado por el miedo. Esperó órdenes. Los superiores dijeron que no se moviera, que su misión sólo se limitaría a resistir el ataque enemigo.

El tiempo pasa, el objetivo militar, que es el castillo del reino enemigo, parece inalterable, la noche es calma, pero se sabe que en cualquier momento la guerra empieza de nuevo.

El soldado vuelve a sentir ruidos. Pero esta vez es de su propio bando: Es el mejor luchador de la tropa, que utiliza a los soldados como escudo y avanza atravesando todo el campo de batalla. El soldado mira y admira el tesón del gran guerrero que ve cómo de un ataque fulminante, logra llegar al castillo esquivando todo el ejército adversario, apoderándose de la torre. Jaque Mate!.

cesarjacobo