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El siguiente fragmento fue encontrado en el mar muerto, es un manuscrito del cual se ha perdido el inicio y aún los historiadores pretenden conocer el año de confección, hay fragmentos intermedios que resultaron dañados por el paso del tiempo. Aun se aguardan los resultados de las pruebas de carbono catorce, pero el texto se conserva en el Museo de San Salvador.

…jamás. Nunca pienso en el riesgo que corro y mucho menos en morir. La muerte es ese algo que les sucede a los otros, en especial a los débiles. Antes de las batallas, como buen guerrero, brindo mi ofrenda a los dioses, soy generoso en ella, sólo de esa manera ellos sabrán cuidarme.

Pulo el escudo y la protección que uso para los brazos. Confío a ciegas en mi espada, puro acero fraguado en el sagrado fuego de las divinidades, bendecido por aquellos que dominan tanto el cielo como la tierra. Poder de rayo y roca convocados en mi arma. Me ha acompañado, sin quebrarse, a todas las batallas. Nunca cayó en poder enemigo. Su empuñadura está acostumbrada a mi mano, lo sé; tiene el peso exacto, el tamaño necesario. Este filo saborea la sangre, la paladea y las gotas que se le escapan las brinda a mis manos. Mis dedos sienten la viscosidad de la sangre espesándose; a veces quisiera lamerme las manos para quitar tanta muerte, para incorporar la fuerza del adversario y saber que sintió al momento de morir.

… otras. Asumo total desconocimiento de estrategias, aquello que los generales pergeñan en las horas previas al combate. Mientras ellos analizan, otros se entregan en oración, yo descanso. Si me pregunta por las preferencias de flancos derechos o izquierdos digo que no tengo ninguna, siempre que me den el permiso de matar.

Esta espada y yo somos uno solo, ella me transmite el placer al desgarrar la carne enemiga, al romper los tendones, astillar huesos. Cuando terminan los combates el acero pide más y yo la complazco. Salimos juntos a caminar el campo donde luchamos, entonces cortamos orejas, vaciamos ojos, arrancamos testículos, exquisiteces que durante la noche cocino en la hoguera. No soy egoísta, mi espada es también el cuchillo a la hora de cenar tras la pelea.

En la guerra el enemigo tiene un solo rostro, no hay diferencias a la hora de matar, todos mueren igual, todas las sangres tienen igual gusto. Si en algo me parezco a este acero es en que ni él ni yo tenemos sentimientos. No defendemos imperio alguno, somos una para el otro y buscamos perdurar en el tiempo, atravesar tantos cuerpos como se nos opongan. Nos da igual defender un emblema u otro. Dicen que el enemigo sabe de nosotros, que en las noches previas a guerrear hay hombres que ruegan no cruzarnos en el campo de la confrontación. Otros dicen que esta espada y yo somos conocidos en las tierras más lejanas. Pero a ella y a mí no nos importa eso, sólo queremos paladear la sangre de otro, cualquiera sea.

Marfunebrero

Texto agregado el 21-07-2011, y leído por 234 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
27-07-2011 paladear la sangre, la guerra una justificacion apenas para sacar a la luz los instintos. Muy bien descripto el personaje, Marfunebrero. mcrist
25-07-2011 Muy buen relato. silvimar-
21-07-2011 Como siempre y aunque ya suene reiterativo, siempre es un grato placer leerte!****** nanajua
21-07-2011 Marfunebrero, lo único bueno que tienes es el nick...1* LACANIANO
21-07-2011 Excelente relato godiva
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