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El hábito (I)
Madre superiora el hábito está listo, comentó una monja rolliza con voz apenas audible, la madre superiora hizo una pequeña inclinación y me dijo que en unos momentos tendría lugar una ceremonia de iniciación -no eran los hábitos definitivos, sino los iniciales- nada tenía que ver con el asunto que me llevó al lugar, se levantó y me indicó la puerta a un amplio pasillo, que conducía a la vieja biblioteca del convento; una antigua hacienda enorme acondicionada para tal fin, las cosas ya no son como antes comentó la madre superiora, la biblioteca esta descuidada espero que encuentre lo que busca, si tiene alguna duda ahí esta una campana. La biblioteca estaba ubicada en lo que supuse era la sala de estar de la hacienda, el librero incrustado en las paredes repleta de libros encuadernados hermosamente en piel natural, no estaban acomodados en ningún orden, supuse que tal vez, de acuerdo al gusto del antiguo dueño. La madre se disculpó y me reiteró que me quedaba en mi casa, no era una tarea fácil, me encontraba extasiado por el gusto, era obvio que el lugar no era tan frecuentado a pesar de ser un convento, la limpieza de ese sitió no era prioritario, los títulos eran tan variados como por ejemplo: un ensayo sobre botánica de 1898, pensé, hasta un tratado de cirugía del 1907 por el Dr. Fransua Ruisignoll, los clásicos y por fin una reseña de la revolución cristera por Don Francisco Gómez Zarco, el libro estaba empastado y cocido a mano, y para mi sorpresa, estaba escrito con letra manuscrita impecable, comencé a leer, sin darme cuenta me recargue en una de las mesas dispuestas para ello, la campanilla cayó y emitió su sonido repiqueteando mientras rodaba dos o tres vueltas, en algunos minutos apareció una mujer: falda azul y blusa blanca, a la usanza de las monjas, no era bonita, si atractiva; llamo mi atención sus labios sensuales, sus generosos senos, breve cintura y contorneadas caderas, la indumentaria no lograba disimular todos sus atributos, notó que mi boca se quedo abierta más tiempo de lo usual, picara sonrió y preguntó si necesitaba algo, le dije que no, que la campana había caído por accidente, aún asi se aproximó y me preguntó acerca del libro, entonces comencé a deshacerme en halagos para esa obra única e inédita, la invite a echar un vistazo a ese tesoro, leí algún párrafo, me comentó que la historia se le hacía aburrida, que sólo sucedían cosas desagradables, le argumente, que no había mejor manera de conocer a un país o una raza que a través de su historia, estaba concentrado en mi monologo cuando percibí que estaba demasiado cerca, su perfume natural me inquietó, ella lo advirtió y se acercó más, voltee a mirarla y sus labios tenían una apertura de provocación que hicieron que la adrenalina me adormeciera y recorriera mi cuerpo, su cercanía era imposible de evitar y perdí el control. lo sorprendente fue que al tocar sus labios ella estaba buscando la caricia y su lengua exploró mi boca, mi mano subió para acariciar sus grandes senos, mi entrepierna estaba en el umbral de lo insoportable, baje mis manos para palpar sus grandiosas caderas y ella acarició mi pecho y después mi pene urgente, mi mente lógica me detuvo al percatarme del lugar donde estaba, me aparte asustado y ella sonrió malévola, del cajón de una mesa sacó lápiz y papel para anotarme una dirección de correo electrónico y un número telefónico, me dijo que se conectaba todas la noches y que tenía acceso a la misma hora al teléfono del convento, incluso a escondidas tenía un teléfono celular. Salí por el pasillo con las piernas de trapo por el ataque adrenérgico, hice la ficha de recibo del libro, la madre superiora notó mi turbación y me preguntó si estaba bien, le tuve que inventar una historia del libro, que había encontrado el nombre de un pariente cercano, la madre me creyó a medias, y me invitó a quedarme a la ceremonia, acepte por agradecimiento al préstamo del libro, me condujo al otro extremo del monasterio a la capilla del lugar, agradecí la invitación y me senté en la última banca, en la esquina aún sin recuperarme, las monjas comenzaron a llegar de forma ordenada y acomodándose en el recinto de la misma manera, la monja rolliza se sentó al piano y comenzó a entonar cantos gregorianos, acompañada por un coro de seis monjas. Un sacerdote salió por una puerta del fondo y la aspirante de monja que había ido en mi auxilio entró por el pasillo principal acompañada de la madre superiora y otra monja –supuse- de alto rango por la indumentaria, la aspirante de monja sintió mi vista atónita y volteó hacia mí sin discreción, volvió a dirigirme una mirada coqueta, me quede observando la toma de sus votos novicios, salí del lugar escurriéndome, para no ser notado, con sentimientos encontrados, mire la nota del papel amarillento que me había dado la monjita…
Continuara…
EH.

Texto agregado el 18-07-2011, y leído por 168 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-08-2011 Tiene gancho. Voy al siguiente kone
19-07-2011 Espero la continuación glori
 
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