Yo camino cuando cae la noche, cuando cae la lluvia, y cuando sale el viento a pasear. Y muero por el frío que siento desde tu partida. Por el calor que me robaste con un beso y un abrazo antes de marcharte a Dios sabe donde… con las manos congeladas que extrañan tus dedos maravillosos… y la piel azulada que recuerda el sabor de tus poros.
No puedo reemplazarte, cariño, y lo sabes mejor que yo… si que lo sabes, y te alegras con indiferencia que yo mismo imito y aliento. Indiferencia que deja marcas y cicatrices que exhibo a todo el mundo… excepto a ti… porque no vale la pena gritarte a la cara cuán difícil ha sido esto aquí, para mí.
El tiempo vuela, y yo aún persigo el viento, queriendo esperanzar tu regreso… o el mío, o como sea… luchando cada día por no sacarte de mi terco corazón, aprovechando cada instante… cada roce de tu piel, cada pizca de tu aroma… cada beso puede ser el último… y lo sabes… lo sé… y río por el miedo, por la incertidumbre, porque todo está tan mal, tan mal, tan mal, pero yo digo: no, todo está bien; o no tan mal… y luego puedo ver mi eterna soledad.
Todos en mi casa pueden oír el tecleo de mis dedos, marcando las palabras digitales sobre la pantalla… todos pueden oírlo… mis sombras y el polvo de los muebles, y los insectos y el eco del vacío… todos pueden oírlo… y yo se que tu también, aunque estés al otro lado del mundo… o fuera del mundo, allá en el espacio, o más allá en el Paraíso… ¿puedes oírlo?, porque yo lo oigo aún cuando estoy tirado en el suelo… y cuando duermo entre las sábanas.
No puedo reemplazarte, y no lo intentaré. Así de simple. Así. Entonces intentaré por todos los medios, disfrutar cada momento… antes de verte frente al altar, irte para siempre… perderte para nunca volver a recuperarte… marchar a través de un camino que no puedo seguir… y olvidarme de poder volver a recuperar el calor que me robaste…
Perderlo todo… que se vaya de mis manos lo que nunca tuve… y tratar de explicarme a mi mismo cómo sucedió todo… o qué sucede ahora… cosas, cosas que no entiendo, cosas qué no te preguntaré… y qué asumiré que están mal de ti… de mí…
Yo duermo solo, todas las noches… bajo mis sábanas, muerto de frío… sin esperar que vuelvas algún día…