Podría decir que tus ojos son
un remedo insano de lo que
alguna vez amé.
O que la tierra que pisas
es el presagio inequívoco
de mi tumba.
Podría decir también que
aborrezco el infierno
de tus labios,
y que la luna evita
posar su luz en tí.
Que detesto recordar
el venenoso aroma
de tu cabello,
y que de tu cuello
ya no quiero beber más.
Podría decir que odio
navegar en el mar
de tus pupilas,
que me aburrió flotar
en la olas de tu voz.
Y así podría decir tantas cosas,
oh lamentable amado mío,
si no me cerrara inexorablemente
la boca un beso tuyo.