Amada, hoy te pido que no me llores,
porque no hay dolor en el dolor
que a una tumba recubierta de flores
haga sacudirse sólo por amor.
Cuando caigan tus lágrimas sin parar
como si tus cielos hubiesen sido abiertos,
y rieguen de tristeza tus pies al caminar,
mis idos ojos ya no estarán despiertos.
Un mármol evitará así nuestro mirar
en un eterno invierno que con el tiempo
tus pobres lágrimas podrá congelar,
hasta ser un simple espejo de tu templo.
Y una solitaria vela en tu sagrado altar
regalará a lo que quedó sus pocas luces,
porque el olvido se encargará de matar
y dejar en la oscuridad tus viejas cruces.
Amada, hoy te pido que no me sufras
porque no hay sufrir en el sufrir
que a tu alma deje en viles penumbras,
mientras tu quieras aún vivir.
No sumerjas tu melancólico corazón
en la amargura de un sin sentido,
que nunca tendrá en nuestra razón
un lugar para pensarlo en detenido.
Porque desde ahora estaremos juntos,
jugando a las escondidas de tu soledad;
no habrá ya más un encuentro en punto,
solo me encontrarás bien en la eternidad.
Y las paredes con su silencio observarán
como se escurre de a pocos tu vida en gotas
que desde tus ojos hasta el suelo viajarán
deseando la muerte antes que ilusiones rotas.
Amada, hoy te pido que no me recuerdes
porque no hay recuerdo en el recuerdo,
que a tus sueños liberen de sus redes
para que escapen veloces del tormento.
No te esfuerces en vivir más lo pasado
que en nuestras hojas escrito quedará,
porque en tu sentir ya quedo marcado
y en mi vida tu fuego siempre quemará.
Y mis imágenes que en algún sueño
de largas noches tu cuerpo acariciaron,
no volverán, tan solo seré el dueño
de las fantasías que nunca despertaron.
Y volverás a contar los viejos días
en que juntos nos escondimos del resto,
mirando aquel ocaso sin más estrías
que un rasguño de una nube de desierto
Amada, hoy te pido que ya no me esperes
porque no hay tiempo en el tiempo
que a tus remembranzas hagan perennes,
aún cuando por ellas vivas sin aliento.
No esperes que la nieve cubra tus cabellos,
ni tampoco que la sequía invada tu piel,
ni que las nubes en tus ojos pongan sellos
que fermente de tu alma la dulce miel.
Es tiempo ya de olvidar todo lo vivido
y dejar que el polvo cubra las pisadas
de aquel largo sendero ya carcomido
por el dolor de perder a quien amabas
Renace pues sin temor, hazlo suave al amanecer,
deja al sol acariciar tus nuevos pétalos abatidos
así las lágrimas del rocío sabrán desaparecer,
como yo en el recuerdo de nunca haber existido.
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