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De todas las historias que me contó Juan, había una que me llamo poderosamente la atención. Nunca supe como (creo que el tampoco), simplemente, se le ocurrían. Teníamos por costumbre juntarnos una vez a la semana a leer, pero siempre le pedía alguna historia antes de irme. Me gustaba escucharlo.
Aquella tarde camine las seis cuadras hasta su casa, como siempre, con la cabeza gacha, como "buscando monedas", aunque estaba particularmente ansioso.
Por alguna razón lo note mucho mas lucido que de costumbre. Solía estar, digamos, "ausente".
Siempre envidie su estudio. Era una oficina con pisos de madera, demasiado delatores para mi gusto, pues cualquier paso podía escucharse con claridad. En frente de la puerta se mostraba un ventanal que daba hacia un muy bien cuidado jardín. Delante de este, estaba el escritorio; enorme, con tantos cajones como papeles olvidados. Y a su derecha, el orgullo de Juan: la biblioteca.
Nosotros le decíamos "Biblioteca", pero en realidad era una mesa de muy mala calidad, sobre la que descansaba una pila de libros sin tapa, según Juan, para "no perder la sorpresa de la lectura".
De casualidad tomamos unos libros de "Historia de la aeronáutica" o algo así. Nos detuvimos en un capitulo que trataba sobre el Challenger y su trágico destino. Y en ese momento, Juan comenzo a hablar.
-"¿Te conté-dijo- la historia del sobre viviente?"
Y así empezó la historia que narro a continuación...

"Celeste, regalame un Sol"
("Cielo de un solo color", NTVG)

Desde pequeño,Mr Gallagher había soñado con ser astronauta. Pero no lo decía con la inocencia de los niños demasiado soñadores; no, el hablaba en serio. Por eso, cuando la nave estallo, ni se conmovió. Sabia que simplemente, seguía su destino.
Abrió los ojos y mira a su alrededor. Esta fue su primer sorpresa: estaba vivo. No sabia donde, pero estaba vivo.
-"¡Charles!"- grito-"¡Emma!¡Andy!"- llamaba en vano a sus compañeros. Y no es que guardara esperanza alguna de recibir respuesta.
Cuando al fin se resigno, comenzo a visualizar el lugar. Indudablemente, nunca había estado allí.
Ni siquiera se parecía a algo que los libros (en los que creía ciegamente) mencionaran. Esto era nuevo.
Era un lugar con aspecto de inhabitable. Como una capa transparente, en la que facilmente cabían diez hombres. Mr Gallagher la supuso circular, pues desde su posición no distinguía borde alguno. Desde su interior podía apreciarse el infinito fondo negro del universo, sobre el que brillaban las luces solitarias de las estrellas. Al echar un vistazo mas detenido, Mr Gallagher noto un detalle en el que no se había fijado: se estaba moviendo.
-¡Que sitio mas extraño!- se dijo- ¿Donde estare? es como... como...
-¿Una burbuja?- se escucho a lo lejos
-¡Exacto!, pero... ¿quien esta hablando?
En ese momento, se poso delante de el una mujer. Lo primero que noto Mr Gallagher fue su aire misterioso. Su mirada perdida escondía algo mas que tristeza o soledad. Su ropaje blanco contrastaba a la perfección tanto con el cosmos como con su interior, abatido por el paso del tiempo. Su larga cabellera y sus manos entrelazadas no hacían mas que aumentar el espíritu místico que parecía querer demostrar.
-¿Quien eres?- le pregunto
-Si lo que quieres saber es mi nombre, lo perdí hace mucho tiempo. Es mas, puede que nunca haya tenido uno.
- Entonces, te llamare Celeste
- Si tu quieres... Nunca entendí esa necesidad tan humana de ponerle a todo un nombre
Desde ese momento, Mr Gallagher supo que nunca mas vería otra cosa que no fuesen los ojos de Celeste. Y aunque esa idea lo conformaba, también le producía pánico, pues como todo ser humano, sufría el karma de temer a lo que no comprende.
-¿Hacia donde vamos?- pregunto
- Hacia el Sol. ¿Conoces algún lugar mejor para ir?
- Sinceramente no, pero no creo que esa sea una buena razón.
- Tienes razón. Dijo Celeste, mirando hacia algún lugar perdido. -Supongo que necesito algo de luz entre tanta oscuridad.
Por la cabeza de Mr Gallagher comenzaron a pasar pensamientos que nunca había tenido y que, a su entendimiento, le eran ilógicos. Como todo hombre, tenia la costumbre de esconder su sentimientos, de dejarlos de lado. El solo confiaba en lo que decían los libros
- Se lo que estás pensando- dijo Celeste, interrumpiendo su meditacion
-¡Mujer!¿Acaso eres bruja?:
Celeste se quedo mirándolo fijamente. Finalmente, le contesto
- Si, lo soy.
Mr Gallagher soltó una estrepitosa carcajada. Al ver que Celeste seguía en su posición, ceso en su actitud.
- Disculpa- dijo avergonzado - todo eso escapa a mi entendimiento. No creo que existan cosas tales como brujas, adivinos y toda esa magia de cartón.
-Yo tampoco creía- le respondió Celeste- Hasta que en Oriente, un tipo de una tienda me vendio una bola de cristal y me hizo descubrir mi poder interior. Era un maestro para mi.
Mr Gallagherla oía, pero no la escuchaba. No solo no entendia, tampoco le interesaba entender. Preferia no acotar comentario alguno, no queria hacer enfadar a Celeste, y eligio el silencio como salida.
Mientras tanto, en su interior, los sentimientos crecian. Por primera vez en su vida, estaba ante esta situacion: no tenia el control. Estaba en un lugar extraño, teniendo sentimientos raros y fuertes hacia alguien que acababa de conocer. y penso: "¿Podra darse...?"
-Es inconsebible tu idea- volvio a interrumpir Celeste- Cualquier acercamiento entre nosotros provocaria tal energia que destruiria nuestra burbuja, y perderiamos nuestro camino. ¿Acaso quieres eso?
Celeste hablaba friamente, pero comenzaba a mirar con otros ojos a Mr Gallagher. En cierta forma, estaba recuperando su naturaleza humana.
-¿Es esa la verdadera razon para tu rechazo? pregunto Mr Gallagher
Por primera vez, Celeste demostraba humanidad. Sus ojos ya no se mostraban frios y distantes; mas bien, se recubrian de un brillo especial, de esos que solo las lagrimas del pasado saben provocar.
- Todo esto que te es nuevo, es pasado para mi. Ya perdi el corazon en esos lados, y no quiero volver a padecer.
Sin embargo, Mr Gallagher no se conformo. Tenia la fuerza de voluntad que solo los hombres enamorados podrian llegar tener. Pero se encotraba en la encrucijada de su vida, una eleccion que no cabia en su mundo: la razon o el corazon.
Tenia motivos suficientes para elegir cualquiera de las dos opciones. Podia pasar toda la eternidad junto a Celeste sin pretender mas que mirarla, o arriesgarse a vagar por el Universo, pagando la culpa de su momento de gloria. Y entonces, tomo su decision...


"¿Sera que sera suficiente con que uno elija, porque si no la buena fortuna pasa de largo?"
("Las Oportunidades", A. Calamaro)


... Y fue el fin. Los besos son algo muy significativo: o comienzan o terminan algo. No tienen termino medio: son o no son. Ambos vieron a su burbuja destrozarse sobre el mar de estrellas, que los contemplaba como espectadores de lujo. Y asi se vieron, alejandose uno del otro, y añorando ese Sol, cercano y lejano a la vez, que se perdia alla a lo lejos. ¿Culpa?, quizas. Pero no arrepentimiento. Y Mr Gallagher tuvo su ultima sorpresa: dejo la razon a un lado, y vivo su momento culmine. Por eso, cuando se vio vagando solitariamente en el umbral cosmico, no se conmovio. Sabia que, simplemente, seguia su destino.

Texto agregado el 13-07-2011, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
08-08-2011 Increible!!!*****si nos atrevieramos a seguir nuestro destino... blaumblaum
 
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