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Inicio / Cuenteros Locales / lobinemona / MULTICUENTOS A 100: LA MALDICIÓN DE LA CALAVERA DORADA

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"Estos descendientes de Aztlán, la tierra blanca, habían logrado realizar estructuras que robaban alientos a otras realizadas siglos más tarde...Él era un ladrón de tumbas, un “tumbero”, y como tal, aquella calavera dorada que sostenía en su mano era el fruto del riesgo que había corrido...y del dinero que pagó al puto guardia para que le indicara la zona...Pero ahora la calavera le sonrió, mientras su pie tropezaba en la oscuridad y caía de espaldas ante el tzompantli, la plataforma de sacrificios que cobijaba todos aquellos cráneos añejos...y aguardaba, pues el "tumbero" agonizó mientras miles de calaveras roían su carne...

...El día en que los adoradores del Sol ofendieron a su dios, erigiendo pirámides tan altas que las sacerdotisas miraban desafiantes al Sol. La Tierra, a modo de presagio, hizo sentir su descontento lanzando un bramido que retumbó en el universo y se secó de a poco. Recurrieron a miles de sortilegios, pero ninguno acallaba su lamento, la única alternativa era sacrificar a las vírgenes consagradas al Sol, quemando sus cuerpos y esparciendo sus cenizas como ofrenda. No fue suficiente, la sequía la asesinó y sus descendientes la abandonaron dejando como único testimonio aquellas insolentes estructuras y las virginales tumbas...”



“Estudiaba las iras blancas de los Dioses y distinguía entre los pozos de los néctares humanos, los distintos portentos que acaecerían en los tiempos que vinieran...me llamaba Tectlac, y gustaba de pasear entre horas en mi chinampa preferida, a las afueras de la ciudad...Fue en una de esas excursiones que me asaltó la furia de Huitzilopochtli y todo el mundo tembló...entonces cientos de vírgenes hembras con los atavíos de los adoradores del Dios surgieron cual fantasmas de la verde tierra de mi jardín predilecto...en aquel chinampa dos palabras sonaron en mi mente: ¿Qué sucedió...? me preguntó una calavera dorada. Desperté...

...El pueblo maldito, por su soberbia frente al Sol, emigró hacia el Sur buscando nuevas tierras que habitar y caminos que los llevaran a la redención de sus malas acciones. Pero el Sol, su padre ancestral, conmovido y en un gesto aún recordado por los descendientes, perdonó a sus hijos. Atrás quedaron los tiempos aciagos y los demonios que como vírgenes fantasmales atormentaban sus sueños. La Tierra volvió a engendrar y a parir, el pueblo se vistió de fiesta, bendijo a la bonanza y prometió al padre adorarlo y respetarlo hasta que al último hombre se le fuera la vida...”



“Senderos ocuros rodaron bajo los pies del intrépido Juan Lacosta, consumado columnista del “Times” e investigador de fenómenos paranormales, que –con su machete de guerra y su voraz linterna- recorría aquellos túneles en busca de la explicación a tantos y tantos años de estudio de “los hijos del sol” y de aquella pieza que ahora presidía la colección de arte más codiciada de todos los tiempos: La cabeza del dios Huitzilopochtli, un cráneo en oro de valor incalculable...aquí y ahora, en esta sala de enterramientos ceremonial, supo que nunca debió venir...el pueblo maldito se abalanzó sobre él...tinieblas...

...Cada vez que el chacal aullaba y la noche era sin Luna, los habitantes del pueblo sabían que algo malo estaba por suceder. Desde tiempos ancestrales aprendieron a temer y a respetar cada uno de los mensajes que la naturaleza les enviaba, el aullido llamaba a la muerte y la noche negra era la perdición en las tinieblas. Los viejos del pueblo recordaron aquella expedición que jamás regresó, como si la selva se la hubiese tragado. Hoy era el joven de aprendiz de chamán el que no regresaría y su cuerpo sería encontrado despedazado en la tumba del dios Huitzilopochtli...



“Llaman susurros a esos escotes que gasta el viento humano, pero también llaman susurros a los secretos no desvelados...o al menos, en eso pensaba Rubén cuando –ironías de la vida- le dejó ese monumento de mujer en escote agazapada...Ahora, tras tanto tiempo, pensaba en cómo la conoció, en sus primeras caricias, en su primer acto sexual, tan mecánico, tan dosificado...Después le abandonó, desprovista de sentimientos ni blandas excusas...Pero eso sí, antes de ofrecerle la esbelta vista de tan regia espalda, le dedicó un último presente... una entrada al museo, donde conoció a otra esbelta mujer: ¡Muerte!...

...Decidieron que lo que más conveniente era seguir siendo amantes...nada de compromisos, nada de ataduras. Amor en la más pura de las formas y coincidieron que la cotidianeidad es la cruel asesina de los corazones. Todo un postulado, toda una comodidad que culminó con el abandono del cariño y la preponderancia del sexo. Sexo mecánico, palabras huecas...Ella miró por la ventana de su casa, él prefirió seguir mirando al cielo. Bueno, y yo como testigo de la tragedia, me aventuré en realizar la más grande de mis obras que hoy cuelga entre famosas obras de arte del museo”.



”Tercié dando tumbos por aquel vino rojo de la seducción, salpicando de ricos e ígneos carmesís a mujeres y hombres por igual...Pensé que el arte que recorría mi miembro era sublime para la inmensa mayoría de las claves antiguas del sexo. Me equivoqué. Cuando empezó a corroerme la enfermedad y los topos de la sangre me gangrenaron dentro, pensé en qué fallé, en qué alargado hueco de mi conciencia pude haber vivido para no darme cuenta de la pervertida locura que me habitaba...Llamo a tu puerta, amiga, para hacerte saber que cuando estuve contigo, ya estaba enfermo. Suerte...

...Mis ojos son vitrinas que exponen mis excesos, cada tormenta, cada naufragio y cada cataclismo están registrados como fotografías en blanco y negro. Hasta allí mi vida no aceptaba matices, salvo aquel día que me enseñó los colores de la rosa cromática, ascendían y descendían como un loco remolino. Siempre lo supe, a pesar de eso su esencia me era indispensable, el beber de su boca fue necesario. Hoy volví a la monocromía de las sensaciones, pero esta vez no habrá sufrimiento. Siempre supe que estaba enfermo y siempre quise que me contagiara, por lo menos ya no moriré sola



Texto agregado el 18-07-2004, y leído por 611 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
21-08-2004 Un cuento como una carabana de ferrocarril algunos mejores que otros, en su conjunto un gran trabajo. gatelgto
20-07-2004 Fascinante mosaico de cuentos unidos en uno.Se pude leer entre líneas. Creo que lo voy a tener que leer otra vez para disfrutarlo. Mis felicitaciones. Un saludo . SOL-O-LUNA
20-07-2004 si que se las traen... mescla de imagenes, deseos y carencias..fascinante. lisinka
18-07-2004 fascinante, fascinante, fascinante!!! danielnavarro
18-07-2004 ¡Estos chicos se las traen!!!! anemona
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