Hace unas noches, disertábamos con unos amigos acerca de la popular creencia en los fantasmas. Llegamos a un punto en que para no discutir más las ideas de unos y otros, decidimos cambiar de tema. Anteayer por la mañana, descubrí una extraña "carta" escrita sobre mi espejo grande. Tal como me la dejaron, la transcribí. Pensé que pudiera ser de utilidad para alguien más... incluso le tomé una foto.
"¿Quién es el valiente que desafiaría a un fantasma? ¿Quién osa decir que los fantasmas no existen? Lo afirman sólo porque quizás jamás han visto uno, pero si si lo vieran, se les congelaría la sangre en las venas. El sólo hecho de no ver algo, no es es prueba fehaciente de que ese algo no exista.
Claro que los fantasmas existimos, y si no lo crees, pregúntamelo a mí. No, no es juego, no soy un humano bajo los efectos de sustancias exóticas, no soy uno de tus amigos que te juega una broma, esto es en serio: yo soy uno de ellos. Soy un fantasma y he decidido dejar esta carta sobre tu mesa, es la única manera que encuentro por ahora para expresarme, quiero que de una vez por todas, dejes de perseguirme, de fastidiarme o de dudar de mí existencia, ahora mismo te observo. Tú lees y ni siquiera me has notado. Pero es verdad que a veces sientes escalofríos, que ves imágenes en los espejos o sombras que pasan cerca de ti y volteas a tu alrededor, pero no ves nada. Entonces sientes escalofríos. Y preguntas si alguien o "algo" anda por ahí, y luego, por curiosidad, comienzas a buscarme... Deja de invocarme, ¡por favor!, ¡todos ustedes, seres encarnados, dejen de invocarnos para que podamos descansar o, en el peor de los casos, consumir los siglos atormentados con nuestra propia carga!
Porque cada uno de nosotros lleva su propio sufrimiento, y a la vez somos diferentes entre nosotros. Para que comprendas mejor de lo que te hablo, somos diversas entidades en diferentes planos, coexistimos con ustedes y algunas veces entre nosotros mismos. De vez en vez podemos comunicarnos, pero la mayoría nos es imposible, pues estamos ubicados en planos diferentes que no comprenderás sino hasta que llegue tu propio momento...
Yo por mi parte, llevo siglos existiendo como tal. Tú y mucha gente piensa que estamos para asustar o para señalar tesoros escondidos y cosas ocultas, es decir, quienes creen en nosotros o de casualidad nos han visto, han creado toda una mitología en torno nuestro…
No, los fantasmas no estamos nada más por casualidad en los cementerios, en las viejas y umbrías casonas, en los templos, hospitales o en alguno que otro escondido vericueto con el solo propósito de asustar o mostrarles cosas ocultas a ustedes, mortales, ¿qué caso tendría eso? Está claro que como entidades individuales, cada uno de nosotros tiene un por qué... y tal vez uno que otro haga algunos intercambios con ustedes... pero te aseguro que esa es la excepción y no la regla.
Los fantasmas estamos rodeados de muchos más misterios de los que la gente piensa, a veces podremos revelar algún secreto, porque somos atemporales, pero imposible revelarlo todo, pues correríamos el riesgo de permanecer en este despiadado mundo por toda la eternidad, otro mito de los encarnados, que somos eternos, ¡bah! Y si sabré yo que este mundo es despiadado… bien que lo sé en mi realidad de fantasma o ser incorpóreo, como preferiría que me llamasen.
La gene ociosa, torpe o curiosa, muchas veces tiene la “original idea” de invocarnos, y algunas veces debemos acudir a tal llamado, aun contra nuestra voluntad, porque nos duele, porque es una burla hacia nosotros, porque nos quitan el sosiego, porque nos despiertan y nos recuerdan que alguna vez nosotros... también fuimos seres encarnados, y encima de todo, el "valiente" que nos llamó, se asusta, cosa que contribuye a aumentar nuestro tormento.
Es verdad que ya no estamos formados por carne y hueso, como alguna vez fuimos. Ese fue nuestro "atuendo" en la Tierra. Sin embargo conservamos nuestros recuerdos, sentimientos, pensamientos y emociones... y al invocarnos, nos causan gran daño, pues nos siguen tirando hacia este mundo material, que ya no nos pertenece o al que más bien, ya no pertenecemos y del que nos debemos desapegar para dejar de vagar y pasar a otro plano.
Sufrimos también cuando, sin quererlo, ni proponérnoslo, nos llega a ver alguno que otro perceptivo, estos encuentros suelen ser terribles, porque mientras que los encarnados gritan o se paralizan o tiemblan, nosotros también resultamos sorprendidos con el encuentro y no podemos hacer nada más que intentar disolvernos en las sombras y continuar con nuestra silenciosa y penosa existencia.
Ustedes los mortales, siquiera tienen la posibilidad del desahogo al correr e ir y anunciar, ya sea a los cuatro vientos, ya sea a alguna amistad en privado, que han visto a un espectro.
Pero a nosotros sólo nos queda el recurso de la soledad, del silencio y del recuerdo de aquello que alguna vez fuimos; seres mortales como tú... El cuerpo muere porque se enferma, se gasta, se vuelve inhabitable o envejece. Los muertos de tu plano somos los vivos de otro. Porque el alma es eterna.
¿Quieres saber la causa por la que nos quedamos entre este camino y el otro? Cada uno de nosotros lo sabe. Yo me he quedado por haberme apegado a la materia, estoy sufriendo mi castigo, el que yo mismo me impuse, y hasta que no logre olvidar por completo todo lo referente a este mundo, no lo podré abandonar. Es por ello que los espectros buscamos los sitios más silenciosos, oscuros, solitarios. Odiamos el bullicio y la luz. Existimos entre las sombras huyendo de todo aquello que antes conocimos bien.
Yo, cuando no rondo mi antigua casa y mis viejos recuerdos, casi siempre elijo ir y yacer sobre mi lápida, en la que descansa el que fue mi cuerpo físico, floto sobre ella, ya nadie la visita, y el polvo y los huesos que aún puedan existir de lo que fui, los he dejado de sentir como propios, es como si se tratara de los restos de otro ser que algún día apenas si conocí durante unos instantes… Comienzan a serme ajenos.
Por favor mortales, si todavía les queda un poco de piedad, dejen de invocarnos, dejen de buscarnos, respeten nuestro silencio, ese verdadero silencio que sólo nosotros conocemos. Y, si de casualidad llegan a encontrarse con alguno de nosotros entre las sombras, simplemente repitan una plegaria y olvídense de lo que hayan visto o escuchado... Piensen que tal vez, no dentro de mucho, alguno de ustedes también podría convertirse en uno de los nuestros.
Atentamente, el fantasma que habita tu casa."
Esta es la carta y mi aprendizaje. Al final tiene una rúbrica. De inmediato llamé a Ana, la amiga que me vendió esta propiedad y en la que habitó su familia por generaciones. Ana fue por cierto, la que más se burló del tema.
Al ver la carta en el espejo, quedó pálida y desencajada. "Es, es... La letra y la firma de mi... No puede ser, es de..." alcanzó a musitar antes de caer muerta de un ataque fulminante.
Estoy tan desconsolada que ayer mismo, en su velorio, he colocado dentro del féretro la foto con la carta de su pariente.
Hoy por la mañana he descubierto otro mensaje similar escrito sobre mi espejo.
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