Hoy me levante y el mundo se presentó diferente. El sol me lleno de una nueva luz y de un calor que lleno todas las fibras de mi ser, el viento me saludó como es costumbre suya, trayendo aromas de cambio. Los colores aparecieron ante mis ojos más vívidos y brillantes que nunca y al caminar me sentí como si flotara en el aire.
Me sentí lleno, despreocupado. Como si de pronto todas las presiones dejaran de pesar y las miré tan pequeñas que casi pude reírme de ellas y de mí. Entonces, me descubrí sonriendo, me descubrí pensando en ti.
Pensé en ti como se piensa en el viento, que llega de repente, sin avisar. Que llega de donde nunca sospechas y lo único sensato que puede hacerse es cerrar los ojos y levantar los brazos para sentirlo recorrer tu cuerpo.
Pensé en ti como se piensa en el fuego, que inicia pequeño, con una chispa. Que encuentra con qué y se pone a quemar con fuerza. Que purifica y da calor. Que hace olvidarse de uno mismo para perderse en el baile de sus llamas.
Pensé en ti como en la lluvia, refrescante, dulce y clara. Que cae para volver a subir y viajar por todo el mundo para volver a caer donde mejor le plazca. Que pinta el mundo de verde. Que es la causante de muchas de mis risas al sentirla en mi cara y al ponerme a bailar mientras los demás corrían.
Pensé en ti como se piensa en el mar. Inmenso, fuerte y a la vez tan lleno de paz. Víctima de mis ensueños y de mis viajes más deseados. Tan lleno de vida y tan generoso con todos nosotros. Lejano y eterno… el mar.
Y después pensé en ti como se piensa en ti. Con tu propio universo y tus bailes. Con la niña que de vez en vez dejas asomar. Con tu afán de estar orgullosa de ti. Con tu hacerte escuchar y con todo lo que no te atreves a preguntar. Te sentí así a lo lejos, mirándome en silencio. Y entonces, supe lo que me llevó a escribirte hoy.
Este mundo es nuevo, porque tú estás en él. Y estés cerca o estés lejos, sé que en algún lugar existes y nada más por eso yo puedo estar bien. A veces no se como decírtelo, pero has venido a renovarme y has sacado lo que yo había guardado en cajas y arrumbado en un rincón. Has venido a enseñarme que aún soy capaz de sentir. Has venido y no pienso dejarte ir, por lo menos hasta que tú así lo quieras.
Hoy no tengo miedo de arriesgarme, porque lo único que puedo perder es a mi mismo y yo quiero perderme en ti…
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