El amor aparece en los lugares más inesperados, entre las personas más diversas, algunas veces en el último lugar del mundo donde pensamos buscar.
Sin darte cuenta de pronto está ahí, uniendo con hilos invisibles a dos seres diferentes, distintos, pero no distantes.
Yo encontré un amor extravagante, que me da un manaso si me toco la cara y me protege de la lluvia, que me regaña porque no uso mis pantalones con botas vaqueras y me regaló el mejor perfume del mundo, el de su piel mezclada con la mía en una tarde lluviosa.
No puede ofrecerme nada extraordinario y sin embargo, todo me lo da.
Yo encontré un amor clandestino, que me abandona cada fin de mes y prepara mi comida, que no llega cuando lo espero y me invita con él a ver las estrellas con los ojos cerrados.
Yo encontré un amor de psiquiatría, que me provoca tomar sedantes para poder dormir sin pensar en él y en las mañanas mis ojos sonríen al verlo, que me paga los medicamentos y la escuela y después no me deja asistir a clase para ir con él a viajes imaginarios.
Yo encontré un amor compasivo y misericordioso, que cuando se enoja no habla conmigo y cuando me enojo me besa en la mejilla y toma mi mano contra mi voluntad, y a veces, cuando nadie nos ve, me besa también los labios.
Yo encontré el amor de mi amor, que me hace llorar y luego seca mis lágrimas, que me deja sola en el mundo y después me rescata de mi soledad, que me provoca las tristezas más tristes del mundo y me las quita con una sonrisa.
Yo encontré un amor afrodisiaco, irracional, desordenado, que quizá algún día, por fin, me deje morir.
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