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Decidí quince minutos antes de concluir aquella misa dominical abandonar la iglesia y bajar al sótano del colegio adjunto a la misma. Era un salón casi grande y mi grupo tenía el deber de moderar la asamblea de aquel día allá. Así que mi plan era ganar tiempo para organizar las sillas, instalar el equipo de sonido, poner en posición el podium y distribuir el tema escogido. También, preparar una ligera merienda.

Desde el portón de entrada hasta el propio del cuarto dónde estaba, hay una escalera que tiene tres rellanos que no impiden que el ángulo de la pendiente sea brusco. Por ello, pude escuchar cómo un taconeo de frecuencia creciente explotaba cada vez más cercano a mí desde el túnel oblícuo que se iniciaba en la calle. Cuando el pie, que pudo haber sido el derecho o el izquierdo, pisó el último peldaño, el dibujo de una mujer corpulenta quebró la poca luz que se filtraba de forma indirecta en aquel silencioso lugar.

Fue necesario que ladeara mi cabeza para evitar la inmóvil verticalidad de una de las columnas que son apoyos del edificio y que por mi ubicación me impedía la visión completa de la figura que se había detenido bajo el dintel. Luego ésta, impulsándose con una de las manos puestas sobre el marco, inclinó el torso y proyectó una pierna que de algún modo no le cabía dentro de la falda. Pero contrario a lo que había pasado dentro del túnel, redujo a cero el natural sonido del choque del zapato con el piso. Entonces hubo una sucesión de pasos silentes que incrementaron los ya alterados latidos del impulsor de mi sangre.

Por un instinto mezclado con mucho temor accioné el interruptor a mis espaldas y ví surgir de aquella silueta en movimiento la imagen de Ondina, quién avanzaba en mi dirección. Yo, que la creía en La Florida vacacionando, entre sorprendido y vacilante mal elaboré una pregunta que incluía un mínimo de ingrediente distanciador: ¿qué me trajiste?. Pero antes de que abriera sus labios sentí su cuerpo estrellarse contra el mío como si intentase allanar algunas zonas de elevadas topografías contra mi plano anatómico. Entonces me respondió.

Y lo que me dijo, pegando sus labios sobre una de mis orejas y desproporcionando su voz con su cuerpo, me forzaba a replantear todo el trato de 'hermano' que con élla había tenido. Siendo lo primero, ésa disposición previsora de adquirir un regalo extra para llenar lo que élla llamó una mala suerte ancestral mía en los intercambios de regalos en navidad. Y lo que pasó aquel famoso día del padre, cuándo las mujeres compraron diecinueve obsequios y fuimos veinte hombres los que llegamos y, que por tanto, hubo necesidad de rifarlos. Y que fallé diecinueve veces, pero luego fuí librado de tal infortunio con una opción suya fuera de concurso.

Y, también, de golpe llegó el recuerdo de aquella vez que me invitó a pasar por su casa para que persuadiera a su marido a ir al templo y que mientras hablaba con él me trajo un sandwich y una batida y que al yo ver que para él no trajo nada, me levanté y abandoné su apartamento no sin antes decirle que élla era el peor obstáculo entre la iglesia y él. Vino de repente a mi memoria, además, las veces que al comentar algo, tendría que aludir a alguien presente y que élla pensaba que yo lo creía ausente y que me insinuaba con una mirada furtiva su presencia. O aquella insistencia suya, descubierta en muchas fotografías, de estar siempre a mi alrededor.

Mientras, lo que me dijo funcionaba como una excavadora que desenterraba un pasado que en mí había entrado directamente al archivo amistoso, su piel se hundía en mis ropas con la clara intención de conseguir una respuesta inmediata a lo revelador y comprometedor de su frase. Pero mi mente se había disparado y más que eso, se había trocado en proyector que desembobinaba cada instante, cada tramo vivencial que nos envolviera, para ser revaluado ahora desde otra óptica. Pero de pronto resurgió el estado de consciencia que comenzaba a evaporarse: un tropel de hermanos que descendían e irrumpirían pronto en un piso que Ondina atrapó y que lo que más deseaba era que sus dimensiones hubiesen conformado un espacio solo para dos.

Texto agregado el 07-07-2011, y leído por 415 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
24-09-2011 Excelente godiva
08-09-2011 Un texto impecablemente escrito con un título sugerente. 5* PITRIMITRI
26-08-2011 Mujer de decisiones es Ondina. Una verdadera suerte la llegada de los demás hermanos. Buen texto. Saludos. maparo55
14-08-2011 Toda una disección. Me despertó varias sonrisas. Saludos luciaelsol
08-08-2011 Magnífico relato, cuya maestría me ha recordado a la pluma de Faulkner. Te agradezco mucho nuestra correspondencia literaria. Un abrazo y 5* jardinerodelasnubes
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