Reculó hacia atrás y se quedo inmóvil ante su imagen reflejada en el gélido cristál. Solia ser vanidoso y egocéntrico y presumia de ser una persona perfecta y lo que solia ver reflejado en él le hacia esbozar una sonrisa de orgullo y satisfacción.

Tenia una familia que lo adoraba, unos amigos que siempre estaban dispuestos a hacer cualquier cosa por él, un amor que lo llenaba por completo y un puesto de trabajo que más de una persona envidiaría; lo tenia todo y todo al alcance de su mano. Dios sabe que habia sufrido lo indecible hasta llegar donde ahora se encontraba, sacrificó muchas cosas para conseguir alcanzar sus metas pero todo eso paso y ahora estaba donde queria estar, donde siempre habia querido estar.

Se levantaba cada mañana a la misma hora. Desayunaba y ojeaba los diarios por internet en su portátil y al terminar se dirigía a su habitación a cambiarse. Le encantaba recrearse con el nudo de su corbata hasta tal punto que si veia una leve arruga que le disgustaba o si el nudo no quedaba todo lo recto que el quería la deshacía y la volvía a rehacer hasta que esta quedaba perfecta.

Pero esa mañana algo cambió, algo que hizó que todos sus esquemas se derrumbarán, que todo lo que habia conseguido hasta entonces no valiese la pena. Fue un simple mensaje en le contestador: "Luís, lo siento mucho pero creo que tenemos que dejar nuestra relación, me siento sola porque no me prestas la suficiente atención, te interesas más por tu vida que por la de los demás y hace mucho tiempo que no me dices te amo ni siquiera me lanzas un simple te quiero y yo necesito sentirme querida y valorada así que, adios Luís, sinceramente espero que todo te vaya muy bien".

Se dirigió a su habitación para cambiarse pero ya nada era igual que antes, ya no le importaba como quedase el nudo de su corbata. Nada era ya perfecto, nisiquiera su reflejo en el espejo.