Fábula del burgado y la lagartija
La lagartija y el burgao se encontraron en medio del interior de una pequeña tubería. Ambos parecían huir de algo, al pequeño reptil se le caían las escamas del estrés y al lento invertebrado casi se le saltan los cuernos.
- Hola ¿adónde vas con tanta prisa? Preguntó el caracol
- A salvar mi vida , ¿no los has vistos? Como cada sábado los humanos sueltan a sus pequeños homínidos por la ladera a cazar. La tienen cogida con mi rabo, les da por cortármelo y se quedan estupefactos mirando cómo se mueve, momento que aprovecho para huir. Fíjate, mira que humillación. Decía señalando con una de sus pequeñas patitas la parte trasera de su cuerpo mutilado.
-Sí, los he oído y vengo huyendo. Son muy duros. A mí me cogió una cría de esas y le dio por encerrarme en un bote vacío ¡¡¡de mayonesa!!! durante dos días. Gracias a que su mamá me vio y asqueada (como si sus dedos grasientos no fueran repugnantes) me soltó allá donde le pareció. ¡Qué especie tan soberbia! ¿Qué se creerán? Son peores que los gatos, al menos estos, terminan comiéndote, qué es lo que da dignidad a la lucha ¿no?
-Estoy de acuerdo. Pero el felino también se las trae, que te vacila lo que quiere antes de acabar contigo. ¡Estoy más jodío! Tengo el cuerpo frío y fuera el sol es radiante, como me gustaría quedarme quietecito, sobre una roca, calentando todo mi organismo.
-Y a mi sacar mis cuernos de caracol al sol y mordisquear las hojas verdes. Pero siguen ahí, todavía estarán un buen rato molestando. Paciencia.
Allí permanecieron creyéndose a salvo. Pero enseguida oyeron las voces chillonas de los niños y vieron sus dedos intentando alcanzarlos dentro de la tubería. Menos mal, parecía que no lo conseguirían. Luego hubo como un terremoto y es que los chiquillos cogieron la tubería y comenzaron a sacudirla para ver si sacaban de allí a la lagartija. Como el caracol tenía mucha adherencia se agarró fuertemente en la superficie y su compañera de tortura se agarró a él para no caer. Estuvieron de esta manera, no se sabe cuánto tiempo. Pero todo paró de pronto, fueron salvados por el grito de la hembra de los pequeños monos que les llamaba… Todo se calmó. Menos mal. Les costó recuperar el aliento. La lagartija agradeció su ayuda al burgao y fue a mirar con cuidado a la salida de la tubería para saber si el peligro se había marchado.
– Y a puedes salir, se han ido, y hace un calorcito estupendo. El caracol alegre también salió.
Los dos estaban contentos y felices, se reían. – Jajajaj, se reía la lagartija, me está entrando un poco de hambre. Y miró al caracol. – A éste no le dio tiempo de esconderse en la concha, lo último que vio fueron las fauces de su compañera sobre su cabeza.
La lagarta, satisfecha, se acomodó a hacer la digestión disfrutando de un agradable baño de sol.
Si ayudas a tu enemigo natural
Nada bueno vayas a esperar.
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