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escuchaba el sonido de los chicos por la calle jugando con su tabla de madera con ruedas... les vi a través de la puerta de entrada del taller mientras contaba el dinero obtenido por todas las ventas del día que fueron bastante buenas... de pronto empecé a recordarlo todo, desde el inicio... dejé lo que estaba haciendo y me dispuse a salir de mi centro laboral, y sin decir una palabra cerré todo el local, antes había despedido hasta el día siguiente a todo el personal que me miraron como se mira a un demente... cogí el primer auto y la fui a buscar... habían pasado muchos años desde la última vez... apúrese, le dije al chofer, un negro de mas de sesenta años, con lentes y guantes en las manos... una esquina, luego otra y otra, cerré los ojos y allí estaba ella... sonriente, como la última vez... llegamos, dijo el chofer... salí del auto, pagué al chofer que me miraba como a un loco y caminé en medio del frío y de todo el silencio del mundo... las puertas estaban cerradas... uno que otro poste de luz acompañaban el silencio del lugar... una reja oxidada, una cadena parecida a cientos de sogas de mar amarraban la entrada al coso... caminé hasta tocar la reja y esperé... un hombre salía del fondo del interior del lugar... viene tarde, me dijo, abriendo la puerta enrejada con la facilidad de un lazo... entré y el hombre despareció del lugar por una de las esquinas... caminé en plena oscuridad, como oliéndola, buscandola, resfrescándome de sus recuerdos... por un bulto en medio de la oscuridad caí... una mano cogió mi hombro... párese, me dijo... me paré y quise darle las gracias pero la persona se fue por otra de las tantas esquinas de aquel lugar... caminando, caminando, llegué a mi lugar... allí estaba ella, bajo tierra, por mas de treinta años... me arrodillé sobre su lecho y esperé por horas y horas, hasta quedar absolutamente dormido... soñé cosas lindas, todas con ella, y en cada uno de los sueños ella me daba los mas dulces consejos... no vuelvas mas, terminó diciendo... está bien, le dije... la luz del día alumbraba todo aquel campo santo, mientras levantaba mi existencia recordandos sus últimas palabras, pero, yo sabía que volvería muy pronto... mientras salía del lugar, trepando por los muros del campo santo, noté a una anciana vestida de negro que me saludaba con sus manos que parecían dedos de araña... salí de lugar y advertí a mucha gente que buscaba sus puestos llenos de flores y velas... sabía que estaba solo, y sabía que no tanto... |
Texto agregado el 05-07-2011, y leído por 218 visitantes. (0 votos)
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