PALABRAS FINALES…

Se incorporó, subió al pequeño podio y se dirigió a los silenciosos presentes

Querida esposa, amados hijos, hermanos y familiares
Compañeros de trabajo, colegas, jefes y patrones
Vecinos y compañeros de organización poblacional
Camaradas de partidos

Es una gran satisfacción su presencia en esta despedida. Y me embargan sentimientos encontrados a la hora de partir. Pero quiero decirles que ésta es mí despedida y seré yo quien me despida de ustedes y no al revés, de puro yo no más que he sido. Y de porfiado y tincado, todos ya me han conocido.

Los parabienes, deseos de feliz llegada a destino, donde supuestamente alguien me espera, mejor se los guardan para otras ocasiones. Igual les agradezco la intención.

En toda despedida se acostumbra decir cosas lindas, casi poéticas y que putas que lo echaremos de menos. Pero, después que uno se va, queda el pelambre y hasta el vinito navegado lo encontraron picante.

Así que mejor yo me despido de ustedes y a mi modo. O sea, decirles qué me llevo de cada uno, o mejor dicho de casi todos. Y en este caso, el orden no representa importancia ni preferencia. Solo porque así me sale no más. Y si no menciono a algunos, es por no ser latero.

A mis patrones de largos años les digo: ¡Cuándo chuchas dejarán de ser cagados y miserables! Tres años “estudiando” el aumento de sueldo. ¡Y ahora que me voy, llegan con “un bono”! ¡ Métanselo en la raja. Ya no lo necesito!

A aquellos colegas que en alguna oportunidad me ofrecieron guardarme una peguita. ¿Por qué crestas no me hicieron una oferta concreta con números claritos incluidos? No. Se limitaron a decirme “si renuncias o te cortan la raja, vente p’acá”. Harto car’e raja los coleguitas, esperando verme todo cagado para ofrecerme dos chauchas.

A mis compañeros de trabajo: Simpáticos los cumpleaños. Bien regados y bien regalados. Pero, putas, para los míos, todos “tenían que hacer” o se les enfermaba la vieja. ¡Y buenos para pedir que les tirara lo cola en la pega, los güones!

A los compañeros y camaradas. Pura retórica y nunca han querido reconocer que esa güeá del Este de Europa era tan imperialismo como el de los yankies. Y que por eso y otras cagadas más, se derrumbó. Algún día los sueños de juventud se realizarán, pero no con ustedes, ni con nosotros. Quizá, con los nietos de nuestros hijos.

A mis vecinos debiera darles las gracias por mi buen estado físico. Más de veinte vueltas completas al barrio, casa por casa, que debía dar para lograr que asistieran cinco de ustedes a reunión. Y ni hablar de las cuotas sociales.

Y a la vecina del 425 le faltó ponerle color para provocar que mi esposa se separara de mí. ¿De dónde chuchas sacó que yo me estaba comiendo a la vecina del 920? Harto güena la vecinita pese a sus años. Pero, “no cagar donde se come” es tan válido para los humanos como para los perros.

A mis queridos hijos, les deseo lo mejor y que se realicen y sean felices. ¡Pero estaba bueno que después de los 30 se pegaran el pollo! No es que me ilusionara con nietos, pero pegarle en la pera a los taitas de esa manera es como mucho.

Esposa amada, me has aguantado 37 años. Te sacaste la cresta criando chiquillos. Pero yo también hice lo mío. Si. A veces llegaba tarde y con unas chivas que ni yo me las creía. Pero nunca tanto como para emperrarte como lo hacías. Y donde la cagaste, fue en agarrarle papa a la vieja culiá del 425. De quererte cagar, nunca tan cerca de la casa. No te discuto que muchas veces me costó vencer tentaciones. Bueno, quizá alguna vez medio caramboleado, pero de pasadita no más. Nunca nada importante. Así que reconoce que le pusiste mucho y despidámonos en buena.

Y mejor me voy y no los lateo más, antes de quedar hablando solo No creo que volvamos a vernos.

Los asistentes - o los que quedaban -, contrariamente a lo acostumbrado, se retiraron casi a la carrera y muchos echando puteadas.

Ninguno esperó que el ataúd del despedido bajara a su tumba