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En el año 43, antes de Cristo, la mujer debía esconder de su amado los rituales que convertían su cuerpo en el objeto deseado. Decía Ovidio en su desenfadad obra El arte de amar que la dama jamás debía permitir al amante observar los paso que la convertían en una beldad. Sin embargo Ovidio permitía al hombre admirar a la mujer peinarse su cabellera.
Me disculpa el gran Ovidio si difiero de su norma, hay rituales compartidos que alimentan el fuego amatorio.
Quizá en esa época los menjurjes de belleza no conocían las ventajas de las perfumerías francesas…Tal vez Ovidio nunca tuvo el placer de contemplar a una dama mientras acaricia su cuerpo mientras unta sobre él una aterciopelada crema con aroma a durazno…Los tiempos cambian
Yo, y a modo muy personal, disfruto ser observada. La mirada inquisitiva del amado mientras su dama voluptuosa camina en la habitación de lado a lado. Ella, el centro de atención, escoge uno a uno los utensilios que usará para embellecerse, los tomará y se introducirá en el cuarto de baño, ese espacio tan privado que muy pocos gustan compartir. La puerta entre abierta permitirá entonces que él logre mirarla, que este presente sin estarlo, que lo disfrute sin interrumpirla.
Ella por su parte se sabrá observada, pero no invadida. Estará a sus anchas para hacer con su cuerpo lo que le plazca. Poco a poco se despojará de los artificios que la cubren, examinará detenidamente su anatomía, como diagnosticando sus necesidades. Soltará su cabellera dejando caer sus abundantes rizos negros sobre la espalda desnuda, sus dedos se introducirán en la indomable cabellera tratando de lograr algún orden antes de que este sea lavado. Luego su rostro captará su atención y se acercara al espejo para limpiar la piel de su cara, abriendo el grifo para que el vapor del agua tibia permita purificar más su tez.
La llave de la bañera se abrirá para proporcionarle a ella un espacio cómodo donde proporcionarse esos mimos que nos permitimos las mujeres.
Él, al escuchar el agua correr cambiará de posición para que el espejo sea su cómplice y seguir espiando a su amada
Ella, conciente de lo que provoca su lento proceder en la persona que la espera en el lecho, se introduce poco a poco dentro de la tina. En una pequeña mesita, ubicada justo al lado de la humeante bañera sales y jabones aromáticos esperan por tocar la piel mojada. Ella extiende las manos pero aun no toma los frascos, primero enciende algunas velas con fragancia de azafrán y jazmín, este suave olor invade el cuarto de baño y va más allá, irrumpe en la alcoba provocando el amante la necesidad de imperiosa de poseer a su dama.
Ella, por fin empieza a cubrir su piel con sales, luego jabones de sensuales aromas. Recorre centímetro a centímetro todo su ser. Su cuello que la guía hasta sus senos, esas pequeñas montañas que debe enjugar con mucha delicadeza ya que es sensible al tacto, sus manos seguirán bajando por su torso… sus estomago y su abdomen recibirán las caricias de la resbalosa y espumosa emulsión. En este camino la anatomía humana nos conduce al monte de Venus, al triangulo desplacer femenino que también debe ser consentido dentro de estos menesteres. Los de dedos de ellas llevarán el jabón hasta ese espacio abriendo y limpiando con mucho cuidado, llevando hasta allí la sensación húmeda tibia y resbalosa que dejan estas gratificantes caricias. Quizás una risa picará saldrá de ella, poniendo en alerta al desesperado amante que ruega porque este ritual termine para tomar por asalto a quien erotiza sus pensamientos. L senda continua y ahora sus piernas siente el placer de ser acariciada y estimuladas…las velas se van consumiendo anunciado que es hora de salir.

Ella sale de la ducha y seca su cuerpo con una suave toalla, sin desperdiciar toda la húmeda ya que las cremas humectantes y los aromas se fijan mejor si existe un residuo de agua en la piel y así empieza la etapa final del ritual. Toma el humectante con aroma a durazno la esparza por su cuerpo luego algunos aceites que le dará una temperatura calida a su piel convirtiéndola en una pieza perfecta para acariciar… una sedosa manta se desliza por su humanidad y ella camina hacia la alcoba donde el aguarda ansioso para iniciar otro ritual “ el arte de amar”.

Texto agregado el 03-07-2011, y leído por 127 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
04-07-2011 Un texto bien redactado, con buenas descripciones glori
03-07-2011 Siempre ha sido así, sólo que a veces se exagera. Muy buen texto. Mis estrellas... girouette
 
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