Tal parece que llegó el momento
de dejar de mirar hacia el suroeste,
porque sobre los Andes Occidentales
veo la imagen de tu rostro
desvanecerse lentamente.

Cada vez miro menos
en dirección de la ciudad
de las bellas palmeras
y cristalinos ríos,
de a poco, dejo de hacerlo.

De esa manera, dejo de imaginar
que estoy en la cumbre del Chimborazo
mirando hacia la Perla del Pacífico
recordando los maravillosos pero
escasos momentos que pasamos juntos.

Y así mismo, despacio
volteo la mirada hacia
los cerros de Mojanda,
y detrás de ellos, la hermosa
Provincia de los Lagos.

Más allá, un valle
subtropical lleno de color,
y aún mas lejos hasta llegar
a la tierra del frío páramo, del frailejón
y de las esculturas en ciprés.

Miro en dirección
de la ciudad fronteriza
con nuestro vecino país
del norte, cuna de
algunos de mis antepasados.

Miro hacia allá, porque
tal vez ahí encuentre el
amor que me fue esquivo,
aquel que no pudo ser entre nosotros,
hermosa princesa costeña.