Estoy aquí, en este recinto cerrado, el halo de silencio y oscuridad es sobrecogedor, pero, dentro de poco abrirán la puerta y como todos los días alguien, chico o grande; mujer u hombre; joven o mayor; !sí! porque no discrimino, no hago distinción de raza, ni de color de piel; !es más! soy, como diría, universal, cualquiera me toma por el lomo, me recuesta en la mesa, se moja con la lengua sus dedos índice y pulgar y me babosea con saliva los bordes, arriba, abajo, al medio; exponiéndome a sufrir enfermedades propias del exceso de humedad; y están los que en su descarga de hilaridad se agitan y me sacuden con brío; otros gimotean y me rocían con sus lágrimas, y, no faltan los que en un rapto de ternura, me abrazan y hasta me besan debilitando más y más mis delicadas nervaduras...
Me debilito, me desgasto; pido ayuda a gritos, pero no me escuchan... ni la del plumero que no hace otra cosa que asfixiarme con la polvareda.
_Y, bueno_ me digo, conformáte... peor es nada, si me consultan y me solicitan tantos, será porque en mí está, la reserva del saber?
En cambio hay algunos... Pobres, aquellos impolutos, impecables, soberbios, a los que nadie, ni siquiera, los mira... |