“ASUNTO DE INTERÉS GENERAL”

Jueves 30 de junio de 2011
Natalicio de José Emilio Pacheco


Es “Asunto de interés general”, eso pensé cuando me di a la terea de escribirles de mi Charro Negro, sin embargo, observo que no fue así, pues al parecer casi nadie me entendió (y digo ‘casi’ porque solo mi minina no ha maullado lo contrario, por lo menos nada que comprensiblemente signifique que no).

¿Qué hacer en estos casos?, fue mi primer interrogante, a lo que vino una lluvia de ideas, mayormente inaudibles, por lo que omitiré referirlas. ¿Entonces?, entonces he decidido, como en danza árabe, ir quitando uno a uno los velos del misterio, o más que misterio, del enredo en el que los he envuelto.

Pues bien, comenzaré por decirles que soy una enamorada empedernida de la literatura, de ese mundo de letras y de ideas que solo cambian de mano y de tiempo; en esa obcecación andaba por la vida cuando hará cosa de dieciséis años, más o menos, oí en un programa nocturno de televisión abierta en México, llamado “el Ángel de la Noche” , la voz profunda y enfática de un hombre, que entrado en los cincuentas, hablaba de libros. De inmediato detuve mi andar para poner atención. Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que él de la voz era no solo un hombre avezado en el mundo de la literatura sino además enormemente agradable y elocuente. Fue lo primero que me llamó hacia él, pero no lo único. Aquél personaje, más bien bajo de estatura, de prominentes orejas y pronunciada calva, transmitía algo más. No tardé en saberlo, tras algunos programas descubrí que era, ese Ser tenía Ángel, tenía vida, y mejor aún, la transmitía.

En aquellos años, descubrí que Sor Juana Inés de la Cruz, que Jorge Luís Borges, Que Guillermo Prieto, que … tantos otros, podían deambular entre está y la otra vida (porque debe de haber otra, sino que chiste) de la voz invocadora de mi Charro Negro (como así se le conocía al personaje en cuestión) cual Anubis, como abridor de caminos entre sus mundos y el mío (el tuyo, el nuestro, el de todos). Descubrí que podrían ser asiduos asistentes a una asamblea de fantasmas.

Al paso del tiempo, aquel Ángel de la Noche no sólo se convirtió en mi bitácora literaria, sino también en mi referente de vida; de vida como capacidad de reír, de observar, de hacer, … de amar, contra viento y marea (contra familia y gobierno), y siempre con esa chispa que lo caracterizó: con ironía.

Por aquellos tiempos pensaba que había descubierto a un tipazo literato, pero aún me faltaba más por descubrir. Resulta que esa especie de Capitán Nemo del Nautilus de Julio Verne, no sólo era una biblioteca alejandrina ambulante, sino también un maravilloso ser humano, con quien me sentía identificada, no sólo por mi adicción a los libros sino por la enorme similitud de circunstancias que rodeaban nuestras vidas. Una de esas circunstancias, su hermano mayor, Ángel.

Como recordarán, mis queridos lectores (con más de uno me doy por bien servida, siquiera para que se justifique el uso del plural), en mi primer envío: Día de San Juan, inicié haciendo referencia a que yo no tenía “una justificación tan heroica para escribir como la de mi Querido Germán”, la justificación a la que me refería era precisamente su hermano mayor: Ángel, quien nació con parálisis cerebral (gracias a eso que el gobierno llama avances médicos y profesionalización, dícese: negligencia) y a quien mi querido Charro Negro le fue encomendado su cuidado, más o menos a la edad de seis años; hermano por y para quien primero aprendió a contar historias y después a escribirlas.


… pudiera continuar, pero más valdrá un descanso, pues el andar es arduo y el camino largo, y no sea que termine como el poema de José Emilio Pacheco, “MEMORIA”: “… contando ficciones/para alargar la prórroga del fin …”.



… (V) y como durmió el Señor D’?


Ailed Zull Zayhev ©