Uno, se vuelve a subordinar. Es terrible sentirse oprimido y prisionero de las emociones que surgen del inconsciente o del consciente.
Hoy, siento como si un gusano carroñero me estuviese carcomiendo por dentro. Como si estuviese adolorido de un gran golpe de mazo, y a la vez, una tristeza del tamaño de un grano de mostaza, me absorbe y trata de dominarme. Y la pregunta es, ¿cuál es la razón de ser de éstas experiencias? Nunca lo he sabido con precisión. Sin embargo, he llegado a algunas posibles explicaciones:
Mi alma y ser, vivieron mucho tiempo en el abandono voluntario y en la soledad provocada por mí mismo. El sentido de aislamiento, de rechazos, de incompatibilidad, un deseo frustrado de ser querido y aceptado. Todo ello, quedó arraigado en mí como si fuesen cicatrices en la piel. Y parecen surgir cuando se les pega la gana y sin previo aviso, simplemente nacen dentro y comienzan a oprimirme y a tratar de obligarme a caer en el fango de la tristeza y la desolación.
Dios de mi vida, mi Maestro y mi Ley. Enséñame a combatir, ven y lucha conmigo mi Amado, sécame las lagrimas y lávame el dolor que me opaca, y enséñame a crecer como esos árboles de Roble, ayúdame a reír sin cesar como un niño, y ha ser dedicado, paciente y humilde como mi Santa Madre. Y también, ayúdame a prepararme y ser, todo amor y gratitud, como Tú.
Padre de los oprimidos, concédeme la gracia y dicha de la sabiduría y el amor. Escúchame Padre, que siento desfallecer y sucumbir, tómame de la mano y ven conmigo a los campos donde estoy y muéstrame tus designios. Sólo entonces, saldré de esta confusión.
Así sea.
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