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Inicio / Cuenteros Locales / mariomatera / La misteriosa desaparición de Sandra Mckinley

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Era un amanecer como cualquier otro para los habitantes de Washington, excepto para una persona de sexo femenino, cuyo cuerpo inanimado yacía en el fondo del río Potomac con una piedra atada a su cuello. En la ciudad, nada se había vuelto a saber de Sandra Mckinley. Había desaparecido misteriosamente, sin dejar rastros. La policía había encargado al inspector Bell, la investigación del caso. La primera línea de investigación, que le parecía la más lógica, era la de entrevistar a su marido, y a tal fin se dirigía a su domicilio en el 947 de la calle Alexander Hamilton.
Landon, era un hombre que pertenecía a la industria automotriz y era socio gerente de la firma norteamericana Chrysler, vestía impecablemente un traje de color azul, corbata del mismo color y camisa blanca. Se lo veía inmerso en un profundo abatimiento moral y con gran pesadumbre, pese a lo cual, recibía cordialmente al representante de la ley.
- Buenas tardes señor Landon, soy el inspector Bell de la división homicidios y deseo formularle algunas preguntas en relación a la desaparición de su esposa.
-Estoy enteramente a su disposición, inspector.
A una indicación del dueño de casa, Bell toma asiento en un sofá y daba comienzo a su interrogatorio.
-Señor Landon, ¿cuándo fue la última vez que vio con vida a su esposa?
- El jueves por la tarde, cuando me había dicho que iba a la zona céntrica a comprar artículos de primera necesidad, y su regreso al hogar no se producía. Era como si la tierra se la hubiera tragado.
- Como usted bien sabe la tierra a nadie se traga. Perdone que sea invasivo, en relación con su intimidad, pero dada la seriedad del caso es inevitable que lo haga. ¿Cómo se llevaba usted con su esposa?
-Puede decirse que bien, existían sí, las discusiones normales propias de la vida matrimonial.
-¿Tenían ustedes enemigos personales?
-Tengo una opinión muy personal con respecto a su pregunta, para mí alguien miente cuando afirma que no tiene enemigos. Mi padre solía decir que las personas se atraen y se repelen como las partículas eléctricas. Además soy católico practicante y recuerdo el sermón de un sacerdote en relación a la enseñanza de Jesús de Nazaret de amar a nuestros enemigos. A la gente de su época le parecía algo fuera de la lógica y del pensamiento normal. El sacerdote decía: “uno puede decir: …si yo no tengo enemigos. Enemigo puede ser el que no piensa como nosotros el que no comparte nuestras ideas, gustos, inclinaciones”. Creo que como todo el mundo, teníamos personas que no simpatizaban con nosotros.
-Estoy completamente de acuerdo con todo lo que ha dicho, Landon pero me ha contestado usted con generalidades. Mi pregunta apuntaba a si usted o su esposa, tenían alguna persona que estuviera muy enconada y no una simple diferencia o antipatía. Tengo la convicción que en mi pregunta puede estar la clave del misterio.
- Soy un hombre pacífico y busco tener relaciones cordiales con cuántos me rodean.
-Otra vez se ha escapado usted por la tangente y no me ha dado una respuesta concreta. No se deje ganar por el miedo, le aseguro que es un mal consejero. Deposite su confianza en la policía que es en quien debe hacerlo, Landon. Voy a dar por terminado este interrogatorio pero espero mas colaboración de su parte y piense que si no lo hace, se le va a complicar su situación.
- Estoy a su disposición inspector.
Al poco tiempo de haber regresado a su lugar de trabajo, el inspector acudía a atender una llamada telefónica, una amenazante voz anónima que decía lo siguiente:
-Abandone la investigación del caso Mckinley, Bell, sino quiere tener el mismo final de Sandra.
- Me amenazan de muerte, teniente Corrigan.
El subordinado daba a su superior su opinión personal:
-El que hablaba puede haber sido Landon deformando su voz para aparentar ser otra persona.
-Todo está dentro de lo posible, pero yo personalmente no lo creo, cuando lo interrogaba le hacía una pregunta clave para resolver el misterio, si él o su esposa tenían enemigos personales y dando un muy largo rodeo me contestaba que todas las personas lo tienen e incluso citaba el sermón de un sacerdote católico, pero era una generalización ubicando el problema en la empatía o antipatía personal sin hacer referencia a personas concretas. Estoy casi seguro de la existencia de enemigos personales, pero hay que descubrir quienes eran. Me dio la impresión que Landon está muy amedrentado y necesita protección policial. Usted, junto a otros tres uniformados, estará a cargo de la misma, mientras tanto yo seguiré otra línea de investigación.
Bell sabía que Landon era un hombre prominente de la industria automotriz y quería hacer averiguaciones sobre si tenía enemigos entre los miembros del directorio de la Chrysler, por motivo de rivalidades en el interior del mismo.
Harrison, otro miembro del directorio, vivía en el 2950 de la avenida Jorge Washington. Hacia allí se dirigía Bell, la vivienda, un elegante bungalow con jardines al frente, tenía una de las ventanas iluminadas, lo cual era muestra evidente que alguien se hallaba en la casa. Harrison acudía inmediatamente al llamado, el inspector, un profundo conocedor de la naturaleza humana debido a su prolongado trato con los hombres, escrutó la mirada huidiza de Harrison. El hombre que no mira a los ojos a quién le habla, le permitía entrever a la persona que no es sincera y por lo tanto desleal, pese a lo cual, lo trato cortésmente.
- Buenas tardes señor Harrison, soy el inspector Bell de División homicidios y mi entrevista está relacionada con la desaparición de Sandra Mckinley. Usted, tengo entendido que es el socio comercial de su esposo Landon.
-Efectivamente lo soy, inspector, tome asiento. Estoy dispuesto a colaborar con usted.
-¿Cómo es su relación con Landon?
-Landon no era equitativo en la distribución de las ganancias de la empresa. Personalmente es un hombre débil de carácter y su esposa Sandra, una mujer muy autoritaria que lo inducía a ese reparto injusto entre los demás socios.
- ¿Quiénes son éstos?
-Sólo somos tres, el Sr Robertson, Landon y yo.
-¿Este Sr Robertson coincide con usted en su juicio acerca de la injusta distribución de las ganancias?
- Estoy completamente seguro que sí.
- Siendo que ustedes le tenían cierta aversión a Landon. ¿No fue irracional que lo eligieran para dirigir la empresa, no fue así?
- Yo lo conozco de larga data, y de haber trabajado con él en otros emprendimientos comerciales y nunca tuve dudas acerca de su honestidad…
- Y a partir de cuando surgieron en ustedes las dudas con respecto a él- interrumpió el Inspector Bell.
-Fue cuando nos dimos cuenta de que su esposa ejercía mucha influencia sobre él. Yo la conocía, o mejor dicho la conozco personalmente, y siempre tuve la impresión de que era una persona muy autoritaria. A partir de su relación con Sandra, Landon se fue despersonalizando. No le podía decir que no, a una persona tan avasalladora.
-Lo puedo entender en la vida privada de ambos, pero en el ámbito de los negocios… ¿ocurría lo mismo?
Indudablemente que sí, fuimos capaces de comprobar que muchas decisiones se cambiaban de la noche a la mañana y siempre en detrimento de Robertson y mío.
¿Cómo estaba fijada la distribución de las ganancias?
-El 50% por ciento para el socio director y el otro 50% para nosotros.
-¿Y cómo se llevaba adelante la injusta distribución?
- Mediante ganancias no declaradas.
-Muy bien señor Harrison, si lo necesito lo entrevistaré en otro momento. ¿Podría decirme donde vive su socio Robertson?
-En el 1957 de la calle Benjamín Franklin.
Al llegar a la casa de quién había de ser su interlocutor, el inspector podía deleitar su mirada con el jardín que había en la parte delantera con llamativos rosedales. Las paredes de la vivienda estaban casi totalmente cubiertas de enredaderas. Robertson, hombre de mediana estatura, cutis moreno y ojos verdosos, al abrir la puerta y con las presentaciones correspondientes, le decía al inspector:
- A Landon, lo aborrezco cordialmente. Era un hombre muy inequitativo e injusto y no era claro en la conducción de los negocios, lo cual generaba resentimientos, no le tenía ninguna simpatía.
- ¿Y qué de su esposa Sandra Mckinley?
- La vida íntima de dos esposos no es de mi incumbencia, la vida ajena no me interesa pero me siento rebelde ante la injusticia.
A Bell, Robertson le pareció un modelo de circunspección a diferencia de Harrison que representaba, para él, un tipo humano totalmente distinto y cuyas miradas huidizas lo hacían aparecer como capaz de cualquier acción innoble y desleal. No obstante, le parecía que Robertson tenía fuertes cargas emocionales contra Landon. No creía que Harrison y Robertson fueran capaces de unirse en una acción criminal conjunta contra Landon, porque los creía tan distintos como el agua y el aceite. Lo que sí se le estaba revelando era la convicción de que Sandra se hallaba muerta. Se había hecho acreedora a mucho odio y por eso descartaba la posibilidad de que ella hubiera huido de la ciudad o fuese víctima de un secuestro. La policía no encontraba a Sandra Mckinley en el ejido urbano de la ciudad de Washington y el inspector, recordando cuáles eran los métodos que empleaba la mafia para hacer desaparecer a sus víctimas, deducía la posibilidad de que hubiera sido arrojada al río. Decidió orientar su línea investigativa hacia los clubes de regata, suponiendo que Robertson o Harrison fuesen aficionados a la motonáutica. Quien fuese socio, estaría cerca de ser el culpable.
- ¿Los señores Henry Harrison y Edward Robertson pertenecen a este club? -Preguntaba Bell al administrador del club, hombre fornido aunque de aspecto bondadoso que le contestaba que ninguno pertenece a la entidad.
En ese momento, sorpresivamente hacía su aparición Landon quien se sintió contrariado al ver al inspector pero trató de disimularlo lo más posible:
- ¡Que sorpresa verlo en este lugar, inspector!-dijo Landon
-Deseo asociarme al club y estoy averiguando la posibilidad de comprar alguna embarcación.
-Yo puedo ser el socio que lo presente para que usted cumpla con ese cometido y me gustaría que aceptara una invitación de hacer un viaje en mi lancha en este mismo momento.
Bell se preguntaba cómo había fallado su intuición para no incluir a Landon como el posible asesino. Turbado por su propia falta de perspicacia, aceptó la invitación sin tener en cuenta el peligro. Pero ya no tenía más tiempo para mayores reflexiones sólo le quedaba advertir entre susurros al empleado que llamara a la policía.
La lancha se ponía en movimiento con Landon como timonel:
-Que noche tan serena y agradable, inspector.
-Efectivamente, es un momento ideal para que hablemos de ciertas cosas. Quisiera que me explicara usted cuales fueron sus movimientos en la pasada noche del 9 de diciembre.
Le contestaban maldiciéndole:
-Maldito sea inspector, así paga usted la invitación que le hice a pasar un momento placentero.
Imprevistamente, Landon extraía una automática de su bolsillo y apuntaba hacia el pecho del representante de la ley.
-¡No haga ningún movimiento extraño Bell, sino quiere ir al fondo del río a hacerle compañía a mi esposa!
El inspector, impotente por el momento, obedecía a su agresor. De repente, Landon observaba que era seguido por lanchas patrulleras que le intimaban a que detuviera su marcha, al tiempo que un helicóptero policial sobrevolaba el lugar.
- ¡Pagará caro el haber dado aviso a la policía. Su vida ha terminado maldito polizonte!
El delincuente daba cumplimiento a su palabra y tres disparos consecutivos ponían fin a la vida de Bell, viéndose acorralado por la policía, Landon decía en voz alta sin que nadie pudiera escucharlo:
- No compareceré ante ningún tribunal, mi vida también ha terminado. Ésta es mi voluntad, ser un delincuente hasta el último suspiro. Dichas estas palabras se descerrajaba un tiro en la cabeza.
La trágica historia epilogaba en un abrazo mortal entre sus protagonistas, el Potomac encontraba su curso y seguía siendo una fuente inagotable de vida en marcado contraste con las personas que habían sucumbido. El caso de Landon demostraba que el ser débil de carácter no era incompatible con la comisión de un crimen.

Texto agregado el 28-06-2011, y leído por 156 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-06-2011 horrendo.1* inerr
 
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