Uno no debería equivocarse para decidirse a hacer cambios en la vida dado que conocía física elemental y sabia que todo acto tiene una consecuencia, la moral --cuando se tiene-- obliga a obrar en función de lo hecho; todos nos equivocamos y a raíz de las consecuencias promovemos campañas orientadas a recomponer la imagen que de nosotros los demás conservan.

El error es un río con muchos afluentes y cada quien decide por cual navegar, las afluente son todas distintas. Hay algunas con aguas claras y tranquilas; las hay con aguas claras, tranquilas y profundas; las hay con tranquilas, claras y superficiales; esto en lo que corresponde a los ríos fácilmente navegables.

Pero, existen aquellas corrientes que son tan rápidas, tan turbias, tan veloces que provocan que los remos de la canoa se quiebren y caigas.
En ambas se navega no con la misma intensidad, claro está.

La canoa y los remos son al igual que el río, de cualidades diferentes. Existen los caros y confiables y, los baratos y de dudosa armazón. Río, canoa y remo. La consecuencia de no hacerlo de la mejor manera es la misma siempre: mojarse.

Los rápidos si bien va, contra la orilla arrojaran no sin dejar como recuerdo moretones, raspaduras y ropa hecha girones. Las aguas mansas en las que uno solo cae por no saber remar, cansancio por el nado, en el cuerpo dejaran. En ambas las ropas mojadas quedan y el sentimiento de incertidumbre al caer empañó la vista y no dejo pronto acercarse a la orilla. De las dos se puede salir sabiendo que canoa, remos y río se armonizan cuando a flote estás.
Ahora bien y después de haber considerado los anteriores elementos nos hace falta incluir en las variables al que sobre la barca está. Todos tenemos conocimientos sobre el río, la canoa y los remos; no con la misma amplitud pero, todos los tenemos. No todos contamos con las mismas herramientas para andar en la corriente. Las herramientas solo el camino las da; y del camino sabe más quien más ha andado por él.

El proceso de aprendizaje desde temprano empieza, siempre en el recodo de un camino, casi siempre con un guía. Los hay buenos, malos, regulares y en el peor de los casos uno solo debe aprender a remar. El guía te marca la pauta sobre las ondulaciones del agua. En algún momento del trayecto el guía bajara de la lancha para permitir continuar. El resto del camino solo lo harás, decidirás si amplías la embarcación, si agregas a alguien más o si pedirás que algún pasajero abandone su localidad. Es tu embarcación y bien sabes tú a quien quieres en ella.

El desgaste hará que en algún momento haga agua y será más sencillo sacarla si acompañado estas. Solo también se puede hacer, solo que más tiempo y esfuerzo implica. Después de cierto tiempo de navegar te darás cuenta de que los pretextos solo hasta cierta edad pueden funcionar.

Un día el viaje se acaba, el río, violento o tranquilo, en un lago, laguna o mar tiene que desembocar. Con rabia, enojo o satisfacción la travesía puede terminar. En el camino uno pudo aprender a escuchar al río y dejarse aconsejar. Raspones y abolladuras en la canoa hay pero, no se hundió.
Algunos se bajaron y la única certeza que queda es que el viaje debe continuar.