Cada arruga de su rostro era un mapa de su orgullo dibujado.
Pinceladas de una vida que él, no pudo desafiar, eligiendo siempre el camino más fácil, el de las relaciones cortas, en dónde sólo el fuego era importante. Jamás construyó un futuro, ni pensó en morir al lado de otro ser, siempre encontraba la forma inconsciente de convencerse que era la acción correcta y seguir adelante, atropellando al mundo, invisible.
De más está decir que la muchacha, cayó en sus redes, y al principio pensó, que su dulzura había logrado adormecer a la bestia que había en el interior de aquél hombre, pero con el tiempo, las verdades asoman, los relojes son amigos de la justicia, y al correr de sus agujas recomponen todo lo incorrecto.
Era demasiado tarde para Lucía, la telaraña que él había tejido en torno a ella fue tan perfecta que, era imposible volver atrás, su esencia había perdido el rumbo.
Se había prosternado en honor a los demás…en honor a él.
Ahora, las puertas de su corazón eran como navíos olvidados, veleros perdidos en un naufragio incierto... De una sola cosa estaba segura, nada importaba ya, todo estaba dado vueltas como en un rompecabezas mal dibujado, un animal palpitaba en su sangre, aullaba con la ansiedad de todos los demonios, su niña estaba perdida en un jardín de estatuas rotas.
El dolor de sus huesos parecían susurrarle –solamente tú sabes de este ritmo quebrado, solamente tú- pero él no lo sabía, no lo había sabido nunca, su corazón era un deposito roto, otoño eterno plagado de hojas secas.
Entonces, por primera vez Lucía comprendió un sueño que se repetía como una sentencia, el sueño consistía en la imposibilidad de ella para llegar al mar, podía verlo, oler su sal, pero no podía tocarlo.
Así fue que una noche, colocó dentro de un bolso no demasiado grande un par de trapos viejos y caminó a la estación, dejó todo atrás. Al llegar, bajó del micro casi corriendo, corrió hasta que sus pies pudieron sentir la arena mojada, estuvo horas mirándolo, hasta que por fin entendió. Caminó por la arena buscando su destino, lo encontró en las piedras, se hizo amiga de ellas acunándolas en su bolsillo, luego, simplemente se internó en la bravura de esas aguas amigas, hasta que sólo fue, un minúsculo punto, hasta que sólo fue, una con el mar…