Como preámbulo tan sólo diré que yo no tengo una justificación tan heroica para escribir como la de mi Querido Germán, la mía a su lado resulta banal. Mi deseo de leer da pie a la escritura y ésta a la necesidad inaplazable de volver a la lectura, con la finalidad de experimentar en lo escrito lo leído y viceversa; deteniéndome de cuando en cuando para mirar sobre las alas de un Ángel, la sobresaliente calva y las prominentes orejas de mi narrador favorito, de la única persona que de un plumazo podía lo mismo, caracterizar a un San José cansado y barrigón, que a todo un Charro Negro; ... a mi Charro Negro.