Hace mucho tiempo existió un gran pueblo que era conocido en todo el mundo por las grandes obras que hacía. Construían grandes palacios, puentes, caminos, presas, en fin, todo tipo de hermosas y bellas construcciones.
Al otro lado del mundo vivía un señor que desde pequeño había escuchado historias sobre este gran pueblo, por lo que siempre había tenido la inquietud de conocerlo, pues quería saber cuál era el secreto para llegar a ser como ellos, pues en su pueblo las cosas no funcionaban tan bien; muchas obras se habían querido realizar, pero nunca las llegaban a terminar. Así, un gran día decidió aventurarse para encontrar ese gran pueblo y conocer su secreto.
Recorrió muchos pueblos y conoció a muchas personas en el camino, y algunos le preguntaban acerca de la razón de su largo viaje, y trataban de darle la respuesta.
-Sabe, el secreto es que ellos no tienen miedo de hacer las cosas- le dijo un santo. Pero el viajero reflexionó y se dijo: -no creo que ese sea el secreto, pues en mi pueblo mucha gente tampoco tiene miedo de hacer las cosas. Y siguió su camino.
En otro pueblo un pescador le sugirió:
-El secreto es que ellos le dan sentido a lo que hacen, lo que les permite continuar hasta terminar. Pero el viajero pensó -En mi pueblo mucha gente hace con amor lo que quiere, le dan un sentido a su trabajo, pero las obras del pueblo no se terminan, tiene que haber algo más. Y siguió caminando.
-Seguramente sus logros se deben a que confían en ellos mismos; solo si confías en ti mismo puedes hacer grandes cosas –Le dijo un herrero- Pero el viajero pensó -Cuando mis hermanos y yo queremos sembrar juntos, sabemos que podemos hacerlo, pues así lo hacíamos con mi papá, sin embargo ahora simplemente no logramos sembrar juntos nuestros campos, debe haber algo más- Y siguió caminando.
Un día, mientras caminaba, reflexionaba acerca de todo lo que la gente le había dicho en el camino -Sí, es importante no tener miedo de hacer las cosas, y hacer las cosas con amor, con esfuerzo y confiar en uno mismo, pero hay algo que no nos permite terminar grandes obras en mi pueblo…- Y mientras pensaba en esto se encontró con un leñador que llevaba una gran carga de leña.
-Buen día – le dijo el leñador – ¿a dónde se dirige?
-Al gran pueblo -le contestó el viajero.
-Ah, yo vengo de allá; es mi pueblo.
El viajero se emocionó mucho al escuchar estas palabras y pronto le contó al leñador el gran viaje que había hecho para poder conocer el secreto de su pueblo, el secreto que les permitía hacer grandes obras y ser conocidos en todas partes. Y le platicó todo lo que las personas le habían dicho en el camino acerca de lo que ellos pensaban que era el secreto, pero también le dijo – todo lo que me han dicho acerca de su secreto lo tenemos en mi pueblo, pero aún así no conseguimos hacer grandes obras; es más, muchas veces ni obras pequeñas. Simplemente no podemos.
El leñador le dijo:
-Jamás me había preguntado acerca del secreto que tú mencionas que nosotros tenemos; creo todo lo que te dijeron en el camino es necesario, y la verdad no sé qué otra cosa pudiera ser- Y retomando su carga le dijo – pues vamos, lo llevaré al pueblo, pues adelante hay varias desviaciones y solo si alguien va con usted podrá llegar antes del anochecer.
-Pero usted no iba hacia allá, no quiero desviarlo- le dijo el viajero.
-No se preocupe, siempre nos ha gustado cooperar en las grandes tareas y esta que usted me comenta, es una gran tarea. Vamos, lo llevaré.
Y en cuanto el leñador hubo dicho estas palabras, el viajero entendió el secreto que les permitía realizar tan grandes obras, y volteando a verlo de frente le dijo:
-Gracias buen hombre, usted me ha aclarado todo: lo que les permite hacer las grandes obras es que ustedes cooperan entre sí. Ahora ya no tengo que llegar hasta su pueblo y puedo regresar a mi casa; permítame acompañarlo a donde iba - y tomando parte de la carga del leñador, emprendió con éste el camino. El viajero había comprendido.