Hace algunos meses apareció en la escena de este sitio uno de esos tipos ordinarios y pasajeros que el mundo ha estado pariendo cada vez con mayor frecuencia. De trato desagradable, malos modales y tendiente a la risa fácil, como diría mi abuelo.
De esos hay muchos y pese a que usualmente todo grupo humano debe contar con la aparición de en promedio dos de esos seres al año, resulta difícil acostumbrarse a ellos. Si esos sujetos son difíciles de tratar, más lo es en una comunidad en internet y aún más cuando quien debe lidiar con tales individuos es el administrador del sitio.
Tengo muchas historias de casos parecidos. Luego de varios años en la labor de administrar comunidades en línea uno va acumulando experiencia y un cierto olfato. Quiero hablarles de un tema específico, que quizás en unos años más no parezca relevante, pero que tiene que ver con algo que hoy en día es un tema candente: la libertad de expresión.
Internet es un mundo nuevo y como tal, necesita ser explorado y conquistado. La mayoría de los que acceden a esta red (ustedes, los que leen esto) tienen menos de 5 años de experiencia en Internet: en la vida real no podrían ni salir solos a la calle. Hay muchos paradigmas que buscan paralelos con la vida real: algunos "navegan" por Internet siendo que la red no tiene ni agua ni espacio, otros van de un sitio a otro sin moverse de sus sillas y hay quienes hacen amistades con gente que jamás han visto.
Este mundo nuevo parece para algunos un paraíso, un escape: un lugar donde pueden hacer todo aquello que en el mundo real no les permite. Hombres aquilosados y malolientes se describen como principes azules ante sus doncellas virtuales y ellas, muchas veces menos dotadas aún, juegan a ser actrices de Hollywood. Podría seguir eternamente, pues hay muchos: los cobardes que se disfrazan de dragones, los ladrones en blancos atuendos alados, los que ofrecen negocios maravillosos para hacerse millonario en dos semanas, etc. Muchos de los seres que he descrito son almas mutiladas que sufren en vida y que piden a gritos un escape, un giro que haga por arte de magia ese cambio que no son capaces de hacer.
Para muchos es también este mundo un lugar donde pueden decir lo que quieran, actuar como quieran, total sus abuelas nunca conocieron este sitio y las reglas de los abuelos son de ese mundo añejo que no está hecho de bits. Se equivocan, pues olvidan que los bits circulan por cables que son tan reales como el polvo en que ellos se convertirán cuando mueran. Se equivocan, porque la libertad y el respeto no son dependientes del medio que se use para comunicar: el medio no es más que lo que está entre una y otra cosa, está al medio.
Volviendo al personaje que suscita esta reflexión, uno de sus argumentos es de esos clásicos ejemplos de ignorancia e inadaptación al mundo y por ende a este nuevo mundo de bits: "en Internet puedo decir lo que quiera de quien quiero y el hecho de que me lo impidan, se llama censura". ¿A ustedes también les causa una extraña sensación entre pena y risa un comentario de ese tipo? ¿Es que acaso en el mundo "real" todos podemos decir lo que queramos? ¿Sería bueno que así fuera?
Claramente no. Así como no queremos que todos puedan hacer todo lo que quieran, tampoco no queremos que todos puedan decir lo que ellos quieran. Les doy un ejemplo. Un señor periodista decide que eres deshonesto y lo publica en un periódico de amplia circulación en tu país. ¿Libertad de expresión, cierto? ¿Qué ocurre con tu honra, con tu empleo y con tu carrera profesional? ¿Quién ha de pagar ese costo?
Bueno, así es en el mundo real, en ese mundo, uno asume las consecuencias de sus actos. El hablar también es un acto. ¿Por qué tendría que ser distinto en Internet? En el mundo real, el anonimato es al momento de dar una opinión, sinónimo de cobardía. En Internet es para muchos un valor, un derecho. Hay tantos que no saben como funcionan las cosas, que creen que en Internet no hay ética y hay muchos otros que se aprovechan de esa ignorancia colectiva de un mundo cuya población tiene un promedio de edad menor a cinco años.
Pero esas crisis son normales. Así como los dolores de la infancia, cuando nuestros huesos crecen, hay dolores en esta sociedad que se adapta a nuevas formas de comunicarse. Las aguas están revueltas y muchos no entienden lo que pasa y no saben a qué atenerse. Ya verán como toda esta discusión, en algunos años más, parecerá calcada de algún discurso constitucionalista de hace doscientos años.
Gik. |