En cualquier momento va a salir, con la cara mojada, triste, arrastrándose hasta mí. Me va tomar del lomo y se va sentar, conmigo en su falda, en el sillón. Tantas veces lo ha hecho. Siempre se lo que va a pasar, por que siempre ocurre momentos después de los gritos. Si, gritos, graves y agudos, tan fuertes que mis maullidos no pueden ocultarlos. Cada ves que estas cosas ocurren, se sigue la misma rutina. Yo trato de acercarme a la puerta de la que sale el ruido, rasgo la madera inútilmente, luego, cansado, me acuesto en el piso del comedor, mirando hacia la habitación mientras juego con el ratoncito de plástico que ella me compró. Luego, cuando sale, me agarra y vamos, los dos juntos, para el sofá. Siempre sale de allí con la cara mojada… sus manos me acarician fuertemente, tirándome la piel para atrás, incluso a veces hasta siento que se me van a salir los ojos. Pero yo la dejo hacer, ronroneando como si realmente me gustaran ese tipo de caricias, por que se que ella lo hace así cuando esta triste. Detrás de ella siempre sale él. Es un sujeto extraño, bañado de un gris tan opaco que me asusta. Tiene un olor fuerte, parecido al de aquella botellita que ella esconde en la cocina. No se a que sabrá pero al parecer tiene extraños poderes. Puede poner contenta a la gente, al menos lo logra con ella. Cada vez que llega a casa a la noche, con los ojos caídos va a la cocina, se sube a una silla y toma un trago de aquella bebida. Me encantaría probarlo alguna vez, aunque dudo que sepa mejor que la leche. Ese mismo olor tiene él, pero su poder es diferente. Ella siempre se pone triste, sobre todo cuando se esconden detrás de la puerta.
Ahí esta ella, finalmente sale, ahora vendrá el clásico golpe de la puerta cerrándose y sus manos en mi lomo. Es tan hermosa. Su gris, a diferencia del resto, tiene brillo propio. Alguna vez la escuche hablar de algo que ella llama “colores”. Al perecer son cosas diferentes al gris, de hecho, según ella, yo soy “naranja”. No tengo idea que querrá decir con eso, pero siempre me pregunta si aquello o lo otro le combina mejor con un color u otro. Jamás se que decirle, solo me rasco la cabeza y le maúllo contento. Hoy esta diferente, su cuerpo tiembla y no esta mojada. Antes de levantarme deja una botella en el suelo, la misma suele tomar por las noches. Quizás por eso este más tranquila. Nos sentamos y ella comienza su ritual, pero esta vez sus caricias son delicadas, dóciles. Recuerdo días en los cuales me mimaba así. Una tarde llegó tan brillante como nunca más la vi. Entró gritando algo relacionado con “Andrés”, en aquel momento no tenía idea de lo que podría llegar a ser, pensé que era una comida que le había gustado mucho, o que había encontrado algo particularmente rico en el tacho de basura de algún vecino, así de contenta estaba. Solo después me di cuenta que es así como lo llama a él. Aun me sorprende como reaccionó aquel día. Me levantó y giró, conmigo a upa. ¡Que mareado quede! Después se sentó agitada y me acarició despacio, delicadamente, como lo esta haciendo ahora… lastima que empezó a sonar ese teléfono. No se que tendrá de bueno, yo lo he lamido muchas veces. ¡Es tan feo! pero a ella parece encantarle. Me deja en el piso y se va corriendo a la cocina. Aburrido, me acerco a la puerta, ahora en silencio. Al parecer la golpeó tan fuerte contra el marco que no llegó a cerrarse. ¿Qué será de él? Generalmente sale detrás de ella, gritando a la nada. Pero hoy no lo vi. Entro al cuarto, no puedo evitarlo, soy extremadamente curioso. Me acerco al cuerpo que esta en el suelo. Es él. Huele como siempre. Su cara parece mojada pero no como la de ella. Le lamo la mejilla, tal ves lo despierte, pero no importa, quiero saber que es. Tiene un gusto raro, recuerdo que un día ella se lastimó el dedo y le salió un líquido del corte. Yo me acerqué de intrometido y le lamí allí, a lo que me increpó fuertemente. Esta vez él no responde, pero aquello en su cara tiene el mismo sabor. Me voy rápidamente del lugar, no quiero que se levante y se enoje. Además ella me esta llamando, escucho su voz desde la cocina. Voy corriendo y salto hasta su acogedor regazo ¡Que bien se siente cuando me acaricia!
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