Levantaste lentamente la vista.
Era él.
Aquel que mató a tu esposa y a tus hijos,
aquel que destruyó tu mundo.
Sus ojos te miraban.
Eran oscuros y un brillo gélido los adornaba.
En sus ojos surgieron los tuyos,
llenos de ira y rojos de tanto llorar.
Tu puño, tembloroso,
golpeó contra su rostro.
Los restos del espejo cayeron a tus pies.
Texto agregado el 21-06-2011, y leído por 68
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