Son las diez de la noche cuando walas llega a la casa de experimental. Como siempre se ha dejado el ejercicio para el final. Desesperado y falto de inspiración piensa que lo mejor será escribirlo allí mismo. Entra sigilosamente y respira aliviado al comprobar que no hay nadie. Quedan dos horas así que va directo a la heladera rezando porque hayan dejado una botella de ron.
-Menos mal que aquí se cuidan bien – piensa mientras entra en el comedor con la botella y un vaso – y no veas cómo está el dólar de grande, ¡esto parece una selva tropical con helechos y todo!
Al volver por hielo encuentra una tortuga en el suelo.
-Vaya, tú debes de ser Mapi. Espero que me perdones pero no tengo tiempo que perder. Además, ¡qué sabrás tú de estrés!
La tortuga parece dedicarle una mirada entre lastimosa e indiferente y sigue su camino por el pasillo. Walas se sienta en la mesa y bebe un largo trago de ron mirando la pantalla en blanco del Word. Un grito estridente le hace pegar un salto de la silla.
-¡Trrrrrr… No te va dar tiempo… trrrrrr!
-¡Marlon! Joder, qué susto me has dado. Maldito loro, ya bastante tengo para que me vayas tocando los… No sé qué hacer, no se me ocurre nada… Espera, pondré en marcha el espejo que dicen que es televisor a ver si me inspira algo.
Walas enchufa el espejo pero no se ve nada al principio. Poco a poco, entre tragos de ron, la imagen va tomando forma hasta que se ve la figura de un hombre.
-Buenas noches, señor.
-¡Coño! ¡Pensaba que era la tele y estaba en modo espejo de verdad! ¿Quién eres?
-Soy Walter, señor.
-¡Ah sí!, el pseudomayordomo de la casa ¿no? Bueno, pues ya que estás aquí, tómate una copa conmigo a ver si me inspiras una buena historia. Y llámame walas, no me hagas aún más mayor.
-Con mucho gusto señ… quiero decir, walas.
-Cuéntame. ¿Cómo es que dedicas tu tiempo libre a cuidar de la casa? Porque no te pagamos ¿no?
-¿Me guardará el secreto? – walas asiente con la cabeza. – Yo me crié en esta casa. Mis padres tenían un sentido de la educación muy estricto, de tal manera que cada vez que según ellos me portaba mal o desobedecía acababa encerrado en el sótano. Cada vez duraban más los castigos hasta que un día ya no volvieron a abrir la puerta. Esperé y esperé, luego grité con todas mis fuerzas, aporreé la puerta, pero nadie acudió en mi ayuda. Por suerte el sótano hacía las veces de despensa y pude sobrevivir los dos años que estuve atrapado.
-Qué fuerte, Walter. Lo siento de veras. Pero… no lo entiendo. Deberías estar traumatizado con esta casa. Lo último que te apetecería sería volver a poner tus pies en ella ¿no?
-Más bien al contrario, señor… walas. Pasé tantas noches en la oscuridad recordando cómo era la casa, convendrá conmigo en que es preciosa, que desde entonces no se me ocurre un lugar donde me sienta más a gusto. Si me permite el atrevimiento, ¿qué le ha traído esta noche aquí?
-Pues mira, Walter – contesta mientras se sirve otra copa - los que venimos por acá formamos parte de un taller literario. Cada mes uno de nosotros propone una consigna y los demás preparan un texto que se ajuste a la misma. Esta vez hay que escribir un relato sobre la casa, con al menos dos personajes y donde se produzca un acontecimiento inesperado. Vaya, ahora que lo pienso, ya somos dos personajes. Mmmm… ahora me falta el acontecimiento inesperado y de paso a ver si puedo meterlo como final sorpresa, que es mi especialidad.
-Tal vez pueda ayudarle con eso, señor – responde Walter justo antes de rodear el cuello de walas con el helecho que adorna el comedor. La copa cae al suelo al mismo que sus gafas mientras walas hace un esfuerzo inútil por liberarse. Walter aprieta metódicamente hasta que el cuerpo de walas deja de sacudirse. Luego con toda la tranquilidad del mundo se sirve una copa de ron.
-Tengo tiempo de sobra para limpiar y dejar la casa impecable para mañana…
walas
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