A veces mis deseos de matarla se convierten en una obsesión.
Creo que estoy loco. Soy insensible a cuanto me rodea. Siento una gran indiferencia; sólo la necesidad de destruir me seduce. Deseo que mis fantasías se conviertan en realidad; pero soy cobarde y por eso me odio.
Estoy cansado de buscar refugio en sueños y pesadillas intentando contentarme solo con eso.
Algunos días, como hoy, no me importan las consecuencias de mis actos con tal de poder calmar mi malestar. Comprendo lo que sufren las fieras enjauladas, porque así me siento y ya no sé cómo canalizar la furia.
Paso muchas horas escuchando música a todo volumen para acallar las voces que me hostigan.
Finalmente tendré que actuar, aunque eso signifique admitir mi demencia.
En una oportunidad ella estuvo muy enferma, y yo sentí tanto temor de perder el objeto de mi deseo que también enfermé. La elegí casualmente, sin pensarlo demasiado, pero intuyo que es perfecta, inocente y crédula.

Me he analizado a mí mismo. Sé que esta necesidad de destruir es mi mejor opción, y ahora estoy a un paso de comenzar la tarea.
Si no actúo pronto, mi vida perderá todo sentido.