Una avenida del tradicional barrio de Almagro, cerca de la Av. Rivadavia se llama Av. La Plata.
Ahora, cuando transcurre ésta historia aún esta muy despoblada en todo su largo de su recorrido que irónicamente es casi recto,
Duermen al paso de los coches y sus personas en donde sus esquinas y sus semáforos parecen casi innecesarios, al pasó de los autos.
Callada, demasiada en silencio está ésta avenida en una prolongado afonía solo roto espontáneamente por el ruido de algún colectivo con su nocivo ruido producido por el escape
Pero todo es paz al pasar el colectivo, si hasta uno si se detiene escuchara los primeros cantos de los pájaros o los ladridos de alegría de un perro al salir de un encierro prolongado de un edificio, para hacer sus necesidades…
Volvamos al inicio de la historia, muy cerca de donde nace esta avenida, hay un edificio alto, bien pintado y muy simpático, pese a lo moderno en donde su frente esta decorado con grandes vidrios y un hall de entrada lleno de mubles y espejos de buena calidad.
Es coqueto ese edificio, que da casi al inicio de un puesto de diario de diario que esta enfrentado con la Iglesia
Nadie por la hora aun camina, y hasta me atrevería a decir que todos duermen en éste esbozo de día que aun comienza y que podría sin duda a llegar a ser en extremo caluroso
Volvamos a ese edificio a la altura del quinto piso y que sobre una cama desordenada yace durmiendo un hombre en posición de buda. Durmiendo (sería una expresión altamente maravillosa), porque a decir verdad él no duerme.
Solo cierra sus ojos donde su mente permanece en guardia, casi siempre así.
Desde hace mas de…
Un tiempo que yo mismo me olvidé.
Siempre esta así ese hombre sentado en un ángulo diferente todos los días en la cama, lo varia de tanto en tanto como siguiendo una norma implícita que él solo, conoce.
Pero su cuerpo permanece aun inmutable al tiempo transcurrido en esa posición de lama o buda, con las piernas recogidas y la mente en guardia.
Agitada vigilia sin duda la de la noche que casi ya ha transcurrido, pero fue igual a la de ayer y porque no a la del mes pasado.
Y así vaya a saber hasta cuanto durará ese peregrinaje de angustia.
A un momento mientras nosotros nos imaginábamos a éste personaje, él se despertó y creo que por (su cara) de no de muy bien de ánimo, algo indispuesto diría.
Como siempre afirmará mas tarde, al pensarlo mejor y más sereno él.
De hecho en los últimos meses esto, no era tampoco una novedad para él.
El reloj despertador, además de traerlo de vuelta a la realidad, desencadenaba un diluvio de urgencias más bien asimiladas de mal modo, que por el sentido común
Pero que debía atender, una por una y casi rutinariamente.
La primera, indispensable para poder continuar con el día que recién comenzaba, era saltar de la cama en cuanto el despertador sonara. Sino sería demasiado, tarde
El sueño lo vencería nuevamente, lo aprisionaba, cómo proseguir ese martirio indefinidamente y por todo el día.
La segunda era ir corriendo hasta el guardarropa y abrir las puertas los más rápidamente posible, intentando de ésta manera sorprender a los fantasmas que allí pasaban la noche.
Infelizmente, sin éxito.
Por lo menos hasta el día de hoy.
Era o más bien que estaba convencido que entre los malos sueños de una noche pasada y aprovechándose de su estado, los fantasmas invadían su departamento en la noche mas luego de recorrerlo terminaban encerrándose en el armario
Allí según él, pasaban el tiempo planeando su muerte de diferente y bien calculas formas, pero él se había entrenado casi militarmente para levantarse de la cama, ni bien el primer "sonido estridente" del despertador sonase
Así con los pies en el suelo y sin pérdida de tiempo tenía que abrir las puertas del ropero, pero, la verdad sea dicha de paso, las fantasmas hasta ahora habían sido más rápidos que él, porque no había podido agarrarlos con las manos en la masa y siempre el interior del ropero mostraba una larga colección de ropa de verano, con los trajes recién recibidos de la lavandería.
Nunca lo había logrado y en ello llevaba más de tres meses, sorprenderlos a esos huidizos fantasmas, a no ser por ese día que se entretuvo al oír de uno de ellos y por casualiadad o descuido descubrió organizando seguramente su muerte.
Allí se asustó y decidió desde ese día romper el mitin antes de que ellos le avanzasen antes de la hora que ellos se habían fijado o sea las 7.36 de la mañana
Después de verificar que el guardarropa no significaba un peligro para él, iba lentamente al baño, tomaba la crema de afeitarse gillette, que era su preferida (jamás debía haber de otra marca), porque esa marca no les gustaba a "ellos".
Usaba una antigua máquina de hoja bañada en oro, ganada en un concurso de preguntas y respuestas sobre música clásica.
Volcaba en una mano, un poco de espuma, y reconociéndose de que ninguna seña en su dormir los fantasmas le habían dejado se afeitaba silbando como todas las mañanas, el himno francés o sea la Marsellesa.
Pero debía hacerlo de una manera muy especial.
Subido en una pequeña tarima de madera que debía tener un moño azul blanco y rojo en su extremo izquierdo.
En el derecho la bandera argentina y el:
Parado en el centro
Estudiaba muy juiciosamente el rostro después de afeitarse.
De que no quedasen restos de jabón porque no se limpiaba la cara con agua
De hacerlo quedaba indefenso a el ataque del fantasma que habitaban en la Iglesia que según él eran atraídos por tonos de la Marsellesa
Cuéntame que en los terrenos de esa Iglesia en una época que ni yo me acuerdo, era el casco de una estancia que llegaban hasta lo que es hoy las vías del ferrocarril y la calle Acoyte.
En esa estancia o saladero de carne eran propietarios los Senillosa.
A decir verdad quien vive en Almagro y caballito conoce ésta triste historia.
Esta familia personas de la sociedad de esa época casi siempre estaba emparentada con los Rivadavia.
Bueno la historia dice que:
Una noche una mujer joven y bonita Solo diré su nombre Rosario apareció desnuda y degollada.
Algunos dicen que sucedió un tanto después de que ella misma llegara de lo casa de su amante, el Sr. Medrano.
Éste a su vez era primo de José Maria Moreno y pariente de Lezica.
Lo que sucedió es que el militar francés esposo de la mujer, no pudo superarlo
Es casi de seguro lo del engaño, no la muerte de su joven mujer y también se mató,
Pero en éste caso, solo y con una navaja de afeitar.
Y que desde esa noche, y miles de noches o más bien por todas las noches el fantasma del francés está buscando al asesino de dicha dama patricia de la sociedad.
Ah lo de la marsellesa,
El marido de esa joven muerta, era militar.
Muy nacido en Francia y amigo de Bonaparte... amaba su “himno”, desde el nacimiento.
Todo encaja.
Pero nuestro personaje mientras terminaba de afeitarse no dejaba de espiar de reojo la cesta de la ropa sucia
Porque sabía que también allí los fantasmas le habían tendido una trampa mortal.
Felizmente, hace tiempo que había descubierto que si abría el cesto de la ropa a las siete y cincuenta y nueve en punto, nada de malo le ocurriría.
Se felicitaba por su inteligencia y percepción, ya que sin ellas, estaba seguro, hace mucho que hubiera perdido esa guerra sin cuartel que le habían declarado los fantasmas de la casa.
Una vez, duchado, quedaba pendiente el desayuno como cosa rutinaria por realizar para cualquiera.
Menos para él.
Se fue hacia la cocina el lugar para el cuál dirigió sus pasos en calzoncillos y saltando lentamente de dos en dos hasta el marco de la cocina.
Allí se paró y gritó con voz muy ronca.
Seguramente les advirtió a los que ya de seguro no estaban.
Llegué y les… gané de mano,
Tontos. Tontillos.
Otro día será.
Más tarde le explicaré la teoría de los saltos,
Pero jamás le diré la teoría de pararse debajo del marco.
Ello también a mí me está vedado.
Pero...
Por ahora sigamos.
Una vez en la cocina y mirando por la ventana a la calle La Plata mientras el pan no se tostaba y la leche aún no hervía, porque aun no habían sido puesto a cocinar, apoyó una silla en la puerta del horno porque sabía que también allí estaban, esperando salir por cualquier descuido de su parte.
Era fundamental cumplir como una regla militar, me dijo mientras revolvía el jugo de naranja recién exprimido
Me lo confió ambos sentado en la confitería del Carmen de la esquina de Rivadavia y la Plata frente al colegio del Sagrado Corazón, que dicho sea de paso mientras me lo contaba yo debía darle la espalda a ese colegio y él lo enfrentaba como así adquiriendo de su vista la fuerza necesaria para seguir el relato
A decir verdad ese día me sentí mas cohibido que asustado por el relato, porque los gestos de él llamaban la atención de las personas que salían del subte que por Rivadavia da también a la confitería.
Pero sigamos con él dentro de la cocina
Luego de realizar es decir otear por la ventana, sacó la leche envasada cartón de larga duración, que no debía ser entera sino descremada y solo de la marca Sancor.
Mas tarde apoyando la lechera en la mesada, debía sacar las tostadas.
Pero ellas debían ser de pan negro y si se podía:
Diet.
La manteca eso si jamás, debería ser otra que la Serenísima.
Eso si de pan gran de no menor cantidad de 200 gramos.
Fresca, pero no dura.
Eso era fundamental.
Después el dulce de leche, bueno y sólido pero de la marca Vacalín.
No de otra marca, echo en el campo de sus amigos allá en Magdalena.
Eso sí para que ellos (los fantasmas) se sintiesen cohibidos y alejados todo ello debería tener un orden y jamás:
Variar ese orden.
En ningún tiempo ni por nada debían invertir el orden
Ellos seguro estaban esperando ésto, para ganar en su lucha.
El dulce de leche, debía ser desparramado con un cuchillo de mango de madera de origen Brasileño y con dientes de serrucho nada afilados más bien gastados, que siempre debía encontrase a mano derecha de la mesada
Pero a la izquierda de la mesada debería estar siempre
El microondas y de origen alemán.
No de origen asiático y menos de la China.
Y debía ponerse sobre la manteca antes que ella se empezaba a derretir, consecuencia lógica por el calor del pan y luego el dulce, nunca debía tampoco invertirse ese proceso.
¡Jamás!.
Terminado el desayuno, volvió al baño, y como despedida antes de salir, introdujo la cabeza en la máquina de lavar, que no era automático
Sino esas que aun en el medio tienen el eje con las paletas de plástico, donde se deja la ropa sucia en ablande, y gritó sus consignas para ese día:
- ¡Ea, a ellos los que se quedan, apaguen la luz al irse!
- ¡El edificio se niega a someterse a la educación sexual!
- ¡Quiten las manos del pubis del Canal de la Mancha!
- ¡No se lamente si Carlitos los matan de hambre, ustedes lo votaron!
- La plata hace la felicidad, y ayuda... sino pregúntele al cartero Yabran.
Después de esas cinco consignas de las cuales las cambiaba semanalmente, y gritando tanto que casi se quedaba sin voz, dio sus últimas instrucciones ya algo mas sereno cerca de; la puerta de salida pero enfrente del perchero que se trajo del campo esos antiguos de nuestras abuelas y tan bonitos donde descansaba la foto de Alfonzín junto a Menen, es que ahí convivía el bien y el mal sin molestarse pero diferenciados, si bien diferenciados uno a la izquierda y el otro a la derecha, en el medio nada, por ahora: nada
- ¡ Los fabricantes de autos quiere vender mas coche, exigen nuevos precios y el pago de la oblea a los docentes!
- ¡Estrangulen a todos los burócratas come tintas azules y negras que vemos a diario!.
- ¡Basta de señores improvisados en cursos de correspondencia o escuelas de medio pelo, que se jactan de sus conocimientos!
- ¡Basta ya de sepulturas dietéticas y de postres cibernéticos!
- ¡Manda las cartas de amor a Alejandra, no lo deje de hacer es que ayuda al espíritu!
-¿No es verdad que existe el agujero negro por donde se escapa el amor y la paciencia de los viejos?
Quitó la cabeza de dentro de la lavadora, agarró el paraguas que dormía en la cama en forma cruzada, ahuyentó al gato como de costumbre y se dirigió hacia el hall de salida...
Allí de la mucama que no tenía, le dejó las instrucciones del día:
Cómpreme un ajo de Córdoba y las papas de San Nicolás, pero no la verdura de Magdalena, sabe mal...
Además consígame nueces de Bavio, y no de las Pirquitas...
Abrió la puerta, y salió saltando en una pierna las tres primeras baldosas.
Aunque vivía en el quinto piso, sólo usaba la escalera, porque estaban al tanto del pacto firmado entre el ascensor y sus enemigos los moradores de ese edificio, en contra de él.
En cada piso fue abriendo las pequeñas puertas de los espacios para la basura, para saber si estaba siendo seguido por ellos, los guardianes del edificio.
Llegó al garaje, y antes de entrar en el coche cumplió, con todas las instrucciones que había aprendido para descubrir si los fantasmas se habían infiltrado en el vehículo.
Dos saltos sobre el pie izquierdo, el dedo meñique en la nariz, una vuelta de cintura a lo Maradona,
Y las palabras mágicas
Tribilin... tribilin así siete veces. Después, un poco más tranquilo y seguro, entró en su coche y dio partida al nuevo día. La distancia a recorrer no era mucha, y durante el viaje se divertía mirando por él espejo retrovisor a las fantasmas que lo corrían atrás del automóvil. Aceleró, y así los perdió de vista.
Hoy - pensaba - era uno de los días que menos le gustaban, porque tenía que ir al Consultorio, a su analista, allá en la Recolecta.
La verdad es que no le encontraba gracia, pues no creía en ninguno de los tratamientos de la medicina psiquiátrica, ya que estaba segurísimo que la locura no existe, es solo un estado de ánimo pasajero.
Llegando a la clínica psiquiátrica, salió del coche su peugeot rojo, se arregló el nudo de la corbata que no usaba, y silbando la letra de "adiós nonino" mezclada con "avanti morocha", abrió la puerta y entró resuelto sin pensarlo más.
Y ni bien lo hizo muy alegre, tuvo su primera rabia del día (de unas cuantas más) ya que, aún llegando tan temprano como siempre ocurría, jamás conseguía ser el primero.
La sala de espera ya estaba repleta de pacientes aguardando, la hora de ser atendidos.
¡Malo! Se dijo
¿Cuanto tendré que esperar?...
Hoy justo hoy con lo apurado que estoy!
Miraba para todos los lados sin saber qué hacer, hasta que la enfermera - recepcionista, la Srta. Mirta Gotero que se acercó como siempre tan dispuesta, ella que es toda dulzura y con una sonrisa en los labios lo recibió con la frase, que él ya conocía de memoria:
-" Buenos días, doctor.
En cuanto esté listo en su consultorio y tome su café avíseme, que hago pasar a su primer paciente del día".
Dedicado:
"...a Susana quien es hoy mi gran amiga y esposa…
Y que es para mí por momentos, alada y etérea, en otros es simplemente mágica!”
Por ello, es que ella me asombra constantemente, ya con sus momentos infinitamente tan simple como la verdad misma,
Y me enamora constantemente con su eterna paciencia.
Yo con esa mujer he decidido emprender definitivamente la más cruenta historia de vida y amor:
El sentido tan simple de discernir la vida y a sus personajes, tal como ellos son.
Yo le dedico estos conceptos de vida de éste cuento, porque al menos nadie
Siente a la vida como ella...
Gustavo Gabriel Camisasca
Contemporáneo
Bs As
Almagro
Argentina
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